Antonio Piedra - No somos nadie

Verdad amarga

«Vapulear al Rey -lo que busca el separatismo- equivale a hostigar a España»

Antonio Piedra

De nuevo el Rey ha sido vapuleado en Cataluña con la sonrisa cómplice del Gobierno. Pero el Rey aquí es mucho más que el rey. Es el símbolo de la Nación. De esto nos dan lecciones los clásicos del Siglo de Oro que potenciaban su figura frente a los derechos feudales, la nobleza, el clero, o las órdenes militares. Si el nuevo ministro de Cultura repusiera Fuenteovejuna, Peribáñez, El alcalde de Zalamea, u otras muchas, veríamos no sólo la eterna batalla del rey contra los reinos de taifas y caciques impresentables, sino lo esencial de esa pugna en abierto: que estaba en juego la unidad de España y la igualdad de los españoles que, precisamente, representaba el Rey.

Vapulear al Rey -lo que busca el separatismo- equivale a hostigar a España. Salir ahora con el mantra de crispación sí, o crispación no, recuerda al verdugo que intenta ahorcar al reo con toneladas de buenismos industriales tipo Pedro Sánchez. Dictadura de marketing. El reo sabe de qué va esta comedia: que los buenos modales son el arte de machacar; que las gafas súper guay están empañadas de sectarismo; que las manos papales del líder urbi et orbi, tan elogiadas por su Gobierno como una bendición del cielo, no son más que manicura pactada; y que cuando la verdad crispa hay que esconderla como sea, pues esta parece ser la consigna de este Gobierno.

Mientras dura el paseíllo, el Rey -o sea, España- se lleva todas las bofetadas sin darle siquiera los buenos días, y el resto de españoles muriéndose de vergüenza. Así que ayer llamé a mi psicólogo preguntando cómo se denomina el síndrome del ejecutor con esmoquin que padece Sánchez. Y me ha contestado con dos palabras antiguas: cobardía y deshonor. ¿Pero tú no eres progresista?, maticé in situ. Y me respondió indignado: claro, pero como castellano no soy ni bobo ni ciego ni sordo. Así andan las cosas ahora que Sánchez pide la eutanasia para los jubilados, y sobre todo para los de pensión máxima.

Como el reo ve que nada tiene que perder, le sale Quevedo por las orejas: «Pues amarga la verdad,/ quiero echarla de la boca;/ y si al alma su hiel toca,/ esconderla es necedad». Pues eso: que el mes de cortesía al Gobierno se va al garete, que la cara del Rey empeora con los palos que recibe, y que el estoicismo de los españoles se colma de amargura. También: que alguien llame a la Zarzuela y facilite a SM el teléfono de mi psicólogo. Señor, no es bueno soportar un intestino al que atacan tanto alien patógeno. Más: sabiendo los españoles que Sánchez ha puesto la mano en su bolsillo, que no acepten vestirse con pololos de talla minor comprados en las terceras rebajas del Corte Inglés. Y lo último: sabiendo los políticos constitucionalistas que el PSOE está embarcado en la destrucción de España como quien siembra avena, que no hagan de comparsa silenciosa. ¡Que falta nos hacen otra vez Quevedo, Lope o Calderón!

Verdad amarga

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