Guillermo Garabito - La sombra de mis pasos
Valladolid era una fiesta
«Vuelven las corridas en San Pedro Regalado con cartel de los buenos después de que el Ayuntamiento cortase las subvenciones»
A los toros hay que ir con sol y dos barreras. Dos barreras de esas que regalan cuando torea José Tomás por comprar un boli carísimo en el último minuto. Que ya ve el lector para qué quiere uno un boli en los toros si no es periodista en horas de servicio. Yo vi en una ocasión a un novillero en una plaza que no era ni de tercera cuyo padre le gritaba como si fuera el Cholo Simeone. Así no hay quien toree, debió de pensar el muchacho; y el astado también. El chico se llamaría Paco, seguro. Porque España está llena de chavales que se llaman Paco y quieren ser toreros, que escribió Hemingway.
Ahora que es mayo y mañana fiesta en Valladolid y pasado hay toros. Un ballet de oro y de sangre. Vuelven las corridas en San Pedro Regalado con cartel de los buenos después de que el Ayuntamiento cortase las subvenciones. Ya era hora de que un empresario cargara la suerte idos los dineros públicos. Y es que no puede quedarse la ciudad sin toros siendo patrón San Pedro, que también lo es de los toreros. Aunque la ciudad ya no sea taurina, que no tenía por qué serlo, pero tampoco perder los toros aunque algunos se empeñen. Según Lorca, «la fiesta mas culta que hay en el mundo».
Toda mi ilusión por ser torero fue pegarle cuatro capotazos a una vaquilla resabiada en una capea hace tiempo. Cuando me enganchó en la tibia y allí, tendido en el suelo, no vi sobrecogerse a ninguna chica decidí -adolescente- que tanto riesgo no merecía la pena si para que te tiren sujetadores hay que llegar hasta Las Ventas y medirse con un toro de verdad. No me corté la coleta aquella tarde porque no llevaba ninguna a mano. Además, para pasar de maletilla, o para tener vocación -de la de verdad-, puede que haga falta llamarse Paco.