Guillermo Garabito - La sombra de mis pasos
Un vacío literal
«...Eso debe de ser la globalización, que nos acaben llegando los mismo problemas que Foxá percibía en «el desván del mundo» en 1942»
Para ser un buen columnistas hay que ser un mal poeta. Y puede que con esta convicción de sabotaje nacieran muertos los pocos versos que he escrito. Es la forma más decorosa de decir que eran malos. Mi convicción férrea de que se puede ser un gran lector de poesía, incluso un buen escritor de versos sueltos, a la manera de Ruano y de Umbral, como consuelo. Ellos, con su vocación frustrada de poetas, acabaron siendo grandes escritores en prosa y a Agustín de Foxá le pasa un poco lo mismo. Un Foxá que era «vasto, gordo, exquisito, dandy, cínico, culto y brillante». Foxá escribiendo en el «Novelty» de Salamanca su gran novela «Madrid de corte a checa» mientras en España, los suyos y los otros, hacían la guerra.
En esa guerra, como explica Trapiello, Foxá y otros tantos buenos escritores falangistas ganaron la guerra, pero perdieron la posteridad literaria. Y Foxá, conde de lo mismo, y su obra al llegar la democracia quedaron olvidados y condenados al limbo de los justos. Un lugar que, paradógimanete, es tal vez el más injusto de todos los destinos para un gran escritor. Y en las hemerotecas, amarilleando quedaron también sus artículos cuando son algunas de las mejores lecciones de literatura en periódicos que se han escrito. Ahora mi amigo Cristóbal Villalobos y «Renacimiento» publican «A las orillas del Ladoga». Un volumen que recopila los artículos escritos desde Finlandia donde andaba trabajando para la embajada española, algunos poemillas que no llegan a cuajar pero tienen grandes versos y la correspondencia que mantuvo con familiares y amigos durante aquel viaje al «techo del mundo». Un conjunto que forma un gran libro de viajes.
Entre los artículos y la correspondencia se va perfilando un Foxá brillante, de prosa de «altar barroco» como decía Umbral. Un Foxá que convierte sus textos en sonetos hablando de lo más obvio y para él sorprendente de Finlandia. Cuenta a los lectores de ABC la existencia de las saunas, de cabañas de madera, de renos… Cuenta con estupor la de kilómetros que se podía recorrer en Finlandia sin encontrarse con nadie. Y uno piensa en esta Castilla despoblada nuestra que se manifiesta en Madrid el domingo. Porque eso debe de ser la globalización, que nos acaben llegando los mismo problemas que Foxá percibía en «el desván del mundo» en 1942.