Fernando Conde - Al pairo
Usucapión
Porque «okupar» por la fuerza, sin derecho de usucapión que medie y pasándose la ley por el arco del triunfo, además de ilegal, es otro síntoma de que algunos confunden fácilmente el culo con las témporas.
No se asusten. Suena mal, pero el diccionario de la RAE tiene esta palabreja acogida en su seno. Como casi todo lo que proviene del derecho romano, el concepto tiene más años que Matusalén, pero sigue vivo. El término en sí es un latinajo castellanizado que alude a la adquisición de una propiedad o de un derecho real mediante su ejercicio (el de la usucapión, se entiende) en las condiciones y durante el tiempo previsto por la ley. Hay que reconocer que los académicos no hilaron muy fino el día que le concedieron una definición al término, así que, expliquémoslo a lo bruto. La usucapión es un mecanismo legal por el que alguien puede hacerse con la propiedad de algo, una casa por ejemplo, si demuestra que la ha ocupado durante un tiempo mínimo, que establece la ley, y aun a pesar de que la propiedad pueda estar registrada a nombre de otro propietario. Es simplificarlo mucho, pero vale. Hasta ahí todo legal.
El problema surge cuando la usucapión se pretende por la vía de la fuerza, sin atender a la legalidad, sin respetar tiempos ni plazos y en las condiciones que a cada cual le plazcan. Entonces la usucapión se convierte en ocupación (o mejor dicho, en «okupación», tan de moda en España desde el 15 de mayo de 2011). Y es ahí donde la justicia no tiene otra que actuar. Hemos visto hace poco al grupo de Fraguas, en Guadalajara, cuyo loable objetivo era rehabilitar un pueblo abandonado para vivir en comunión con la naturaleza… pero en un sitio protegido.
Lo hemos visto con todos aquellos que han pretendido que la propiedad privada sea abolida en este país para que todo sea de todos (me pregunto si también entran el casoplón de Pablo e Irene o las multipropiedades paternas y maternas del líder morado). Y lo acabamos de ver en Valladolid con la ocupación «vecinal» de un hotel abandonado (y protegido patrimonialmente) que dicen querer convertir en un centro social. La idea sería plausible y deseable, si no fuera porque el inmueble tiene dueño, aunque sea un pájaro de cuenta. Y en España, de momento, la propiedad privada está protegida. Otra cosa es que los ocupantes propongan una compra por suscripción popular o un alquiler; o que lleguen a un acuerdo con el dueño para que se lo ceda, o que arbitren cualquier fórmula legal susceptible de ser empleada. Pero tomarlo al asalto no es el camino.
Porque «okupar» por la fuerza, sin derecho de usucapión que medie y pasándose la ley por el arco del triunfo, además de ilegal, es otro síntoma de que algunos confunden fácilmente el culo con las témporas. Y asentar el culo así no es usucapir es «okupar».