El único museo nacional que ‘procesiona’
Técnicos y cofradías colaboran para que las obras de incalculable valor que expone el Colegio de San Gregorio de Valladolid salgan a la calle sin dañarse
A primeros de abril, paseantes atentos y conductores de media mañana han podido contemplar un espectáculo insólito. El de calles momentáneamente cortadas por el transporte de un paso procesional sin procesión, en su camino del Museo Nacional de Escultura hasta alguna iglesia. Durante el resto del año, estas obras artísticas barrocas de incalculable valor, talladas por Gregorio Fernández o por Francisco de Rincón, permanecen expuestas en su sala o a buen recaudo en la Casa del Sol. No obstante, durante unos días, la caprichosa primavera vallisoletana se convierte en su escenario. Así, la entidad desarrolla un ritual que no se reproduce en ningún otro museo nacional: presta nueve conjuntos a las cofradías durante Semana Santa, la «exposición temporal» más «excepcional» posible.
«La Semana Santa es una revolución aquí, algo que conlleva un trabajo muy diferente al que realizamos normalmente», explica Fernando Frutos, técnico del museo y responsable de la parte más mecánica. Él y su compañera de conservación preventiva Ana Gil son los ‘correos’ de esta edición semanasantera, un término con el que se designa a los que velan porque el préstamo se lleve a cabo sin incidentes. «Queremos que salgan con la mayor seguridad y el menor daño posible», indica Gil, «para que las piezas se conserven y la tradición se mantenga durante muchos años». Frutos hace hincapié en ello: «Intentamos que el proceso sea lo más profesional posible, porque ya es un gran salto asumir que sale a la calle».
La humedad no perdona
Y es que desde el momento en el que las carrozas ponen el primer pie en la acera, viento o humedad pueden hacer de las suyas. Ese pie, al fin y al cabo, es de madera policromada y ha sobrevivido a varios siglos. «Por suerte la gente cada vez está más concienciada de los cuidados que necesita una obra así», añade Gil. Por eso, establecen unos mínimos para la ‘recogida’ y el desfile de los pasos . Aunque el personal de museo y de seguridad acompañan a las figuras hasta su residencia temporal, normalmente escoltadas por la policía y tras avisar al ayuntamiento, deben venir a por ellas suficientes cofrades y es necesario mantener el paso lento , porque un ritmo acelerado provocaría vibraciones que pueden estropear la pieza.
Lo ideal sería que con altos niveles de humedad no se sacasen las figuras , coinciden ambos expertos, pero ante un tiempo inestable y poco predecible, la lluvia es la mayor línea roja y se evita a toda costa, para que la piel de madera de sayones y de Cristos no se cuartee. Por si acaso, cada paso lleva su capota de plástico.
En cualquier caso, los preparativos, la puesta a punto y la vuelta de cada uno de los pasos exige un riguroso calendario. Desde enero, las cofradías piden por escrito un permiso para que el Ministerio de Cultura de el visto bueno. Con los papeles y el seguro ya formalizados, se cierra la sala de pasos al público (este año fue el 4 de abril) y se comprueba que no haya ningún defecto en figuras ni en el sistema hidráulico, ruedas o peanas. Originalmente, las figuras se clavaban por los pies, pero desde la restauración del año 2000, cada figura tiene su propia base, explican Gil y Frutos, que se usa para anclarla a la carroza y permite «montar» pasos con grúa, ya que algunos integran figuras de distintos propietarios. La cofradía de la Exaltación de la Cruz, sin ir más lejos, pide prestado un Cristo perteneciente a La Pasión. Este se tumba sobre ‘La Elevación’ que le cede el Museo. Los otros dos pasos que custodia en exposición son, por cierto, ‘Sed Tengo’ y ‘Camino al Calvario’.
De vuelta en el museo, se hacen mapas de daños o se revisa la policromía. No en vano, ya en el siglo XVIII, Antonio Ponz alertaba de que «en armar los pasos y llevarlos por las calles, como que son máquinas grandes, siempre se rompen algunas partes, que es mucha lástima». Aunque en los últimos años «nunca ha habido defectos graves», la restauradora Carolina Garvía «se sube» a los pasos una vez más si hace falta retocar . Cuando no puede ser ‘in situ’, se desmonta la pieza que necesite revisión para que pase por el taller. El día 19, la sala se reabrirá: la Pasión de madera vuelve a exponerse inmóvil. Hasta el año siguiente.