Ignacio Miranda - Por mi vereda
El último teniente general
«Pocos datos ha facilitado el Ministerio que dirige el invisible Morenés sobre la biografía de Francisco Veguillas Elices, no vaya a ser que en campaña se revuelvan las huestes podemitas»
En el Siglo de Oro , cuando nuestros Tercios de Infantería imponían respeto por Europa, aseveraba Calderón de la Barca que, «en buena o mala fortuna, la milicia no es más que una religión de hombres honrados». Por ello, la Cuarta Subinspección General del Ejército, con sede en el Palacio Real de Valladolid, ha dedicado una sala al teniente general Francisco Veguillas Elices , último mando que estuvo al frente de la desaparecida VII Región Militar en la histórica Capitanía de la Plaza de San Pablo, en 1986, y que murió asesinado por ETA en Madrid ocho años después.
Pocos datos ha facilitado el Ministerio que dirige el invisible Morenés sobre su biografía, no vaya a ser que en campaña se revuelvan las huestes podemitas por rendir homenaje a una de las centenares de víctimas de la banda criminal, que además vestía uniforme, fajín y lucía tres estrellas de cuatro puntas. Natural de Alcalá de Henares y perteneciente al Arma de Ingenieros, era director general de Política de Defensa cuando el 29 de julio de 1994 su vehículo blindado quedó destrozado al explotar un coche bomba cargado con cuarenta kilos de amosal, a su paso, accionado por el sanguinario «Comando Madrid».
La Plaza de Ramales, junto al Teatro Real, se tornó una mañana estival en el horror de la guerra de Bosnia a decir de los testigos. También fallecieron su conductor y un joven empleado del ballet de Madrid, mientras que la cifra de heridos rondó la veintena. Más de trescientas viviendas y locales registraron daños por el brutal estallido. Aquel hombre abierto, estrecho colaborador de los ministros Narcís Serra y Julián García Vargas que antes pasó como agregado militar por Washington, promovió la modernización de las Fuerzas Armadas . Un servidor público comprometido con la democracia que despreciaban sus verdugos, como lo fueron, de algún modo, todos los españoles a los que la barbarie terrorista arrebató la vida. No lo olvidemos.