Turalemia: vías de contagio, signos para su detección y precauciones a tener en cuenta

La comarca de Tierra de Campos, entre Valladolid y Palencia, «zona cero» del repunte de casos, con 54 detectados en la provincia palentina

El doctor en Veterinaria Elías Fernando Rodríguez Ferri advierte que «el cambio climático hará más frecuentes» los brotes de la enfermedad

H. DÍAZ

En otoño de 1997 cazadores de Castilla y León denunciaron la presencia de numerosos cadáveres de liebres. El estudio de muestras permitió aislar un microorganismo que fue identificado como «Francisella turalensis», el agente reconocido como causa de la turalemia. Poco después las autoridades sanitarias confirmaban el primer caso en humanos. Desde entonces se han sucedido los brotes, en ocasiones de manera más acusada, como durante la plaga de topillos que hubo en verano de 2007.

Este verano las organizaciones agrarias denunciaban la presencia de una nueva plaga, focalizada fundamentalmente en la llamada «zona cero» instalada entre Valladolid y Palencia, en la comarca de Tierra de Campos, aunque alertaban de su posible extensión a León y Burgos. Es esta misma área donde s e han detectado hasta 54 casos de tularemia en humanos , el último, en el municipio de Carrión de los Condes, según confirmaba hace unas semanas la Red de Vigilancia Epidemiológica. Recuerda el doctor en Veterinaria Elías Fernando Rodríguez Ferri, coordinador de la publicación «Tularemia, una aproximación a su estudio integral en Castilla y León» y uno de los que más sabe de esta afección, que «afortunadamente» nunca se ha dado en Europa la especie más grave de la enfermedad, la llamada francisella turalensis tularensis, que se diferencia respecto a la que comenzamos a conocer en España en 1997, la llamda francisella turalensis palearctica -se distinguen también de forma más sencilla como tipo a y tipo b- en la «capacidad de producir la enfermedad» siendo la primera «más grave, e incluso mortal si no se trata».

En más de 200 especies de animales

No obstante, explica que tanto la de tipo A, más peligrosa, como la de tipo B -los casos que se han detectado en Castilla y León- «se combaten muy bien con antibióticos». Asimismo, el doctor destaca la importancia de la prevención una vez que se ha detectado un foco.. Recuerda que «todas las enfermedades se pueden evitar si se conocen y adoptan precauciones» y esta no es menos en ese sentido. No obstante, advierte que «es una enfermedad muy promiscua, infecciosa y tiene pocas exigencias en cuanto a hospedadores animales». ¿Qué quiere decir esto último? «Se han descrito hasta 100, algunos hablan incluso de 200, especies animales que son vulnerables o susceptibles a la tularemia y se incluyen aquí tanto mamíferos como aves, e incluso se ha descrito en protozoos». Esto a juicio del doctor quiere decir en el entorno ambiental es fácil, «sobre todo en zonas endémicas», que se encuentren animales «mantenedores de la infección» ante los cuales hay que adoptar precauciones.

¿Y cuáles serían esas precauciones? Por ejemplo, en época de caza saber cuándo estamos ante un animal enfermo, aquel que «no huye de la presencia del cazador o pierde su timidez habitual, y si nos encontramos cadáveres de animales, «evitar manipularlos».

En este sentido, el doctor recuerda que hay brotes asociados a la caza, por ejemplo, de la liebre, como el que ocurrió en Castilla y León en 1997, por eso insiste en la precaución de la extracción de la piel del animal como paso previo a su cocinado: «Hay que proveerse de mascarilla, guantes y ante cualquier sospecha no tocar la pieza y alertar al sanitario correspondiente». En el caso de encontrarse con topillos, a los que se asociaron los brotes de 2007 y más tarde en 2014, «alertar a las autoridades de que tomen medidas -en este momento ya las están poniendo en práctica- y «evitar jugar con ellos».

Vías de contagio

Respecto a las vías de contagio, el experto explica que «lo más común es que sea por contacto», sobre todo, «esas pequeñas heridas o cortes de la piel que pasan inadvertidos pero que son suficientes para que sean puerta de entrada en el organismo». Menos común, la ingesta de piezas de caza que no se haya cocinado a una temperatura adecuada o la ingesta de agua contaminada «de zonas de escasa corriente a donde llegaron animales enfermos que terminaron ahogándose. Asimismo, tampoco es descartable -aunque sí más difícil- que pueda suceder como consecuencia de la inhalación de aerosoles cosechando o desbrozando en jardines donde haya abundancia de estos animales.

Rodríguez Ferri recomienda estar atentos ante cualquier signo que nos alerte de un posible contagio, sobre todo, porque «los primeros tramos de la enfermedad son inespecíficos y se pueden confundir con cualquier otra» tales como dolor de cabeza, fiebre y malestar en general. A continuación se presentarán algunos signos que son más característicos como formas ulceradas o ganglios infartados, por ejemplo, en las axilas o en las cervicales. La situación más grave, recuerda el doctor, es que se vea afectada la vía inhalatoria y llegue a derivar en una neumonía. En cualquier caso, advierte de la importancia de acudir al médico ante el mínimo signo, donde se procederán a pruebas serológicas o más recientemente, por su facilidad, a pruebas moleculares.

El hecho de que se hayan duplicado los casos en humanos en escasos meses era de «esperar» para este expert0 y recuerda que según ya plasmaron en la citada guía, en el que contó con colaboración de los técnicos del Instituto Tecnológico Agrario de Castilla y León, coincide justamente con una caída de la sobrepoblación de estos animales, que es cuando comienzan a aparecer más cadáveres. En cualquier caso, cree que las medidas y recomendaciones que se están realizando desde la Consejería de Agricultura y Ganadería, y en particular, desde la comisión de roedores, de la que es uno de sus integrantes, son las adecuadas.

Asimismo, considera que este brote no será el único y el último que aparezca en los próximos años porque la suavización de temperaturas derivadas del cambio climático están provocando un asentamiento de este tipo de animales «portadores» en la Ribera del Duero y sobre todo en esa «zona cero» instalada entre Palencia y Valladolid. «Sin duda alguna, el cambio climático está favoreciendo esta enfermedad».

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