Sociedad
Treinta años sin Mari Trini, una ausencia que apunta a tragedia
Hace unos días se removieron sin éxito los cimientos de su casa en Matadeón de los Oteros (León), en la que se perdió su pista y la de su hija
![Senén Sainz y su esposa, Mercedes Nosti](https://s1.abcstatics.com/media/espana/2016/03/28/treinta-anos-leon--620x349.jpg)
Cuando «el portugués» se cruzó en el camino de María Trinidad Suardíaz todos se alegraron. Ella era una chica «bastante parada, no le gustaba salir o ir al baile» y él por aquel entonces era ya «un hombre hecho». Antonio María da Silva era 18 años mayor, presumía de venir de Alemania y, pese a no tener oficio conocido, «manejaba dinero». Un primo del padre de la joven, Senén Sainz, recuerda que la abuela -que la había criado como a una hija- no cabía en sí de contenta . «Traía bombones, las llevaba a comer fuera, las paseaba en un coche y ella, que ya tenía sus años, estaba satisfecha por dejar colocada a la niña». Pero poco duró el cuento de hadas. «El portugués» resultó ser un hombre oscuro y la vida de ella se convirtió en un infierno. Mari Trini no era feliz con Antonio, quiso huir y pidió auxilio varias veces, hasta que un día se perdió su rastro. Fue hacia 1987 y, desde entonces, han pasado casi 30 años de ausencia. La abuela murió con la pena de no haber vuelto a saber nada de la nieta que tenía a su cargo, sus padres también fallecieron, a uno de sus hermanos lo mató un coche y el otro -el que «removió» su historia y ha abierto la investigación- vive en una residencia en Gijón. «En esta familia no ha habido más que desgracias».
A principios de los 80 la pareja -que se había casado en Villaviciosa (Asturias) y había residido en la parroquia riosellana de Berbes- se trasladó a Matadeón de los Oteros, un pequeño municipio leonés al que nada les unía, pero donde vivieron unos cinco años. Es precisamente aquí donde se diluyen las pistas sobre el paradero de Mari Trini y la pequeña que tenía con Antonio y donde hace unos días se revolvieron los cimientos del solar donde años atrás se situaba su última vivienda, ya derribada por encontrarse en ruinas en 1997. Nada arrojó esta búsqueda. Se cribaron toneladas de tierra que no ofrecieron ninguna pista al caso y que, tras varias horas de trabajos, volvieron a sellar el espacio en el que se levantaban los muros que en vez de hogar se convirtieron en cárcel para Mari Trini, según apuntan varios hechos.
De su estancia en León habla Fernando Santamarta. La vivienda que compraron en Matadeón fue la de los padres de su mujer. «Vino preguntando por una casa, se la enseñamos, fuimos al notario para hacer los papeles y nos pagó allí mismo», recuerda. Después, dice, «casi no los volvimos a ver , él era un hombre muy raro, siempre andaba de noche y a la señora y a los niños -tenía dos más de otras mujeres, según indica- no los dejaba salir de casa». Antonio tampoco tenía trabajo conocido. «Viviría del cuento o de lo que fuera, porque nadie sabe los negocios que él traía», responde Fernando. Lo que sí que afirma con seguridad es que en Matadeón los vecinos le habían cogido «miedo». Cuando ya llevaban un tiempo en el pueblo una mujer que vivía al lado encontró en la calle una nota en la que Mari Trini pedía ayuda. Decía que Antonio la tenía retenida en contra de su voluntad y se dio aviso a los agentes. Fernando también rememora cómo un día la asturiana fue hasta su casa. «Se presentó en mi puerta muy nerviosa y me dijo que por favor la bajara al cuartel de la Guardia Civil porque su marido la quería matar». La subió a su coche y la dejó en la puerta y desde aquel día no la volvió a ver. «Más tarde me contaron que intentó escapar y que el marido la pilló en la estación de tren de León y la volvió a traer para casa», detalla.
Lo poco que se sabe de su estancia previa en Asturias apunta también en la misma trágica dirección. «Le daba muy mala vida» , asume Senén Sainz recopilando hechos. Un día viniendo de Colunga tuvieron un accidente, asegura el primo del padre de Mari Trini. Iban «el portugués», ella y la abuela y «nadie sabe cómo ocurrió, pero cayeron por un barranco y el coche se incendió con ellas dentro, o bien por el golpe o porque fuera él detrás a prenderles fuego», comenta. Senén Sainz teme que ya entonces quisiera matarlas y cobrar el seguro, porque mientras que a Antonio no le pasó «absolutamente nada», ambas «salieron muy mal paradas, la abuela con un 80% de quemaduras en el cuerpo». La desaparecida también estuvo un tiempo Gijón en una casa de acogida, según se cree porque él había sido detenido, pero no tardó en ir a buscarla para llevársela de nuevo. «Sabiendo todo esto y después de tanto tiempo temo que ni ella ni la niña estén entre nosotros», lamenta Senén.