Fernando Conde - Al pairo
De toros y mentiras
«El reduccionismo al que los animalistas pretenden someter al toro y sus circunstancias empieza a resultar de un patetismo insoportable»
Compadecer al toro es insultarlo, escribía Bergamín en una de esas joyas literarias que nos legó el madrileño a propósito del arte de Cúchares . Afirmaciones tan rotundas como ésta y párrafos que son una lidia perfecta tejida a base de pensamiento y pluma exquisita se contienen en un libro que recoge al Bergamín esencial y que editó hace unos años el Banco Santander en su magnífica colección «Obra Fundamental» . Con él he disfrutado hasta el paroxismo en estos días, de su poesía y de algunos textos en prosa, pero, sobre todo, como digo, de esas líneas en las que aparecen Rafael de Paula, Curro Romero , el recuerdo de Joselito y la hierática majestad de Belmonte , quizá al toro lo que Lorca a la poesía del siglo XX. Por eso el reduccionismo al que los animalistas pretenden someter al toro y sus circunstancias empieza a resultar de un patetismo insoportable. Y de nuevo, vuelvo a Bergamín cuando afirma que poder conceptuar tan rápidamente lo sensible es propiedad de finísimas sensibilidades; las sensibilidades torpes, rudimentarias, carecen de esa facultad. Por eso para ellas el espectáculo del toreo es sensacional y repulsivo; porque les es, sencillamente, inconcebible. Difícilmente se podría explicar mejor.
Pero los animalistas empiezan a hacerse hueco con sus alaracas y vocingleras manifestaciones en los medios de comunicación. Hasta el punto de que algunos de estos medios han tomado decidido partido a su favor. Allá cada cual con sus líneas editoriales y sus gustos, pero al menos habrá que exigir un poco de rigor informativo cuando lo que se quiere es precisamente eso, informar. Viene esto a cuento de un reportaje que emitía ayer mismo la cadena Cuatro dedicado al Toro de la Casita en Alaejos , un encierro tradicional en el que simplemente se desenjaula un toro por las calles como se hace en media España -o más- tantas veces cada año. Ya la entrada de la noticia hacía presagiar que el periodista no iba a ir por derecho. Pero su nulo rigor profesional se hizo más patente al referirse a la «burla» que recibía el toro por parte de los asistentes -apoyando su afirmación en palabras que sólo buscaban la distorsión torticera de las imágenes-, y sobre todo, al hacer especial hincapié en la «agresión» al toro por parte un mozo (un mozo que sencillamente cumplía una función recogida en el propio reglamento de espectáculos taurinos, que lo habilita para ello).
Así las cosas, se hace muy difícil pensar que la defensa del toro vaya a ser en buena lid y cosa limpia. No quedará más remedio que preparase para combatir también la mentira. Sobre todo, la de esas sensibilidades torpes, rudimentarias.