Guillermo Garabito - La sombra de mis pasos
Con toda educación
«No es cuestión de criterios religiosos, señor consejero. Es cuestión de tener el teatro más grande del mundo, un museo vivo en la calle y mandar a los niños a dormir»
Que Fernando Rey llegara a consejero de un gobierno del PP fue lo que más sorprendió de su nombramiento. En las quinielas lo habrían puesto de consejero, sí, pero de un gobierno del PSOE. Esta semana dijo verdades como si del Oráculo de Delfos se tratase. O verdades como puños. O como espadas, que diría Aleixandre. «El calendario escolar no se puede fijar por criterios religiosos». Y qué razón tiene.
El problema viene en que hace mucho que la Semana Santa es algo más que un acto religioso. Son 306.000 visitantes en 2017. Casi tres millones de euros de impacto económico en Valladolid o cinco millones en León. ¿Qué hacemos con la Semana Santa más bonita del mundo sin secciones infantiles? Las cofradías vacías de niños y en el «procesionar» de los pasos, ausencia de nuevas generaciones. La Semana Santa, en estos lares, se hereda de padres a hijos como se hereda la túnica. Una tradición que debemos asegurar o al final para saber de ella habrá que visitar un museo como para saber de los pueblos.
La Semana Santa sin vacaciones son padres en sus casas haciendo la cena a los niños. Y las calles vacías y el silencio, aunque silencio, poco se parecería a ese otro que llamaba la atención de Miguel Delibes: «Un silencio espeso, sombrío y doliente que encubre y arropa una honda emoción popular».
No es cuestión de criterios religiosos, señor consejero. Es cuestión de tener el teatro más grande del mundo, un museo vivo en la calle y mandar a los niños a dormir. Y después decirles que se interesen por el arte mientras todo Gregorio Fernández o Juan de Juni les pasa al otro lado de sus persianas bajadas.
Deberíamos ser previsores e ir abriendo ya el debate sobre las vacaciones de Navidad, que también tienen claras resonancias religiosas. Ya han propuesto por ahí llamarlas del «solsticio de invierno». ¡Quién da más! Y después, claro, habrá que cambiar las de verano, para que no se ofendan aquellos que no saben nadar.