Susana Solano: «La tendencia social es domesticar, también al artista, que en la medida de lo posible tiene que ser libre»

El Museo Patio Herreriano de Valladolid hace una relectura de «Acta», la exposición que ha vuelto a traer a los museos la obra de una artista imprescindible para entender la renovación escultórica de las últimas décadas

La artista Susana Solano, junto a una de sus obras en el Museo Patio Herreriano de Valladolid F. HERAS

HENAR DÍAZ

Recuerda Susana Solano (Barcelona, 1946) que fue Javier Hontoria, director del Patio Herreriano, quien después de ver la exposición que le dedicaba la pasada primavera el Instituto de Arte Moderno Valenciano (IVAM), la primera gran retrospectiva sobre su obra desde los 90, se empeñó en trasladarla a Valladolid. A través de «Acta (dos)», el museo vallisoletano trata de ofrecer una mirada complementaria, menos de «plástica» y más de «atmósferas», de los trabajos de esta artista imprescindible para entender la renovación escultórica de las últimas dos décadas. Cinco salas del Patio Herreriano recogen las obras de la artista catalana, tres de ellas pertenecientes a los fondos de la Colección. La exposición permanecerá abierta hasta el próximo 9 de febrero.

-¿Le dio vértigo mirar hacia atrás para ayudar en la selección de esta retrospectiva?

-La verdad es que no... Son obras que me han acompañado siempre. Forman parte de mi camino. He sido bastante respetuosa con los comisarios, que tenían una historia personal que contar. Tampoco sé si es exactamente una retrospectiva. Ramón Escrivá, el comisario de la exposición de Valencia, tuvo una visión más plástica, más de piel. En cambio Javier, que vio aquella muestra y ha querido recuperarla, ha sido más contundente. Ha escogido obras más frías, más contundentes, y ha creado una serie de atmósferas.

-A la hora de crear, ¿en qué piensa primero, en la idea o en el material?

-Normalmente va todo junto. Se trata de una idea que no es cerrada y durante el proceso hay cambios, porque si conocieras de antemano el resultado no existiría la aventura del trabajo.

-¿Y sabe cuándo esa «aventura» ha concluido?

-Es algo que intuyes. Es la obra misma la que te dice «basta». Es muy complejo hablar del proceso creativo... Además, a cada trabajo te enfrentas de una manera diferente.

-«Acta (dos)» incorpora tres obras pertenecientes a la colección del museo realizadas en los 80 y 90. ¿Se sigue identificando con ellas?

-Evidentemente siempre hay algunas obras que prefiero, pero todas ayudan. Cuando ves a distancia compruebas que ha habido años que han sido más de investigación, pero que han sido útiles para hacer otro tipo de trabajos.

-¿Cuál es esa obsesión que le ha acompañado siempre?

-Obsesión creo que no sería la palabra, más bien serían temas como el paisaje, el agua... que se han ido repitiendo de manera escondida pero han estado siempre ahí. Luego, año tras año, convives con una serie de situaciones familiares, sociales... Que evidentemente afectan.

-¿Y hoy qué le inspira?

-Puedo decirte que esta mañana (la entrevista transcurre el mismo día de la inauguración de la exposición, el pasado 25 de octubre) escuché en Radio Rac1 a través del móvil que estaban preparando una manifestación para la concordia y esto me alegró mucho.

-Con el tiempo sumó al hierro más materiales, como el mimbre, el aluminio o el yeso... ¿Qué encuentra en cada uno de ellos a la hora de concebir?

-El hierro me permite estructurar fácilmente, a veces el esqueleto; otras, el mismo resultado. Es un material que he trabajado bastante, pero todo depende de lo que quisiera decir... También he utilizado la fotografía, el vídeo... Y hasta he hecho muebles y joyería

-¿Y qué papel juega para usted el espacio?

-Es una de las primeras cosas de mi interés, pero creo que es común a todas las personas. Uno está continuamente utilizando los espacios para su vida diaria, lo que ocurre es que a veces lo hace consciente y otras inconscientemente. Yo siempre he tenido una relación con el espacio, incluso de pequeña. A veces, con siete u ocho años, me subía a una escalera y veía la misma habitación desde otro ángulo, y me sorprendía.

-¿Supo, entonces, pronto, que quería dedicarse al arte?

-No, pero siempre he sido curiosa.

-¿Se plantea el trabajo de manera muy distinta si hace un proyecto para un espacio público respecto al resto de obras?

-Sí, es mucho más fácil. Cuando te dan un espacio concreto tienes ya las condiciones, sea exterior o tenga alguna arquitectura o vegetación alrededor,,, Tienes en cuenta el tránsito de los transeúntes, la vida activa del sitio... Y tienes que ser respetuosa con ese espacio. Es cuando, dependiendo de la escala, realizo o no maquetas. En cambio, cuando tú te planteas el trabajo en un taller está despojado de todo eso. La condición es tu espacio, tu idea, y luego algún día quizá puedas llegar a mostrarla.

-Desde que en 1999 se realizara en el MACBA una retrospectiva suya, no había sido merecedora de ninguna gran reconsideración museística. ¿Se sentía olvidada?

-No. Me gusta ser un poco marginal. No me gusta que me marginen, evidentemente, pero siempre revindico mi espacio.

-¿Ve relevo generacional en cuestión de arte escultórico en España?

-No voy a dar nombres porque seguro que me dejaría muchos, pero creo que hay jóvenes con talento y tienen que perseverar.

-¿Le daría algún consejo a estas jóvenes generaciones?

-A los jóvenes les diría que no se dejen domesticar porque la tendencia social es domesticar, también al artista, que en la medida de lo posible tiene que ser libre, y no tiene que tener miedo al resultado que salga de su estudio, y además, ser generoso.

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