Fernando Conde - Al pairo
¡Somos imbéciles!
«Una sociedad sin sentido del humor es una sociedad enferma, abocada a la alienación, a la uniformidad de pensamiento, a la pusilanimidad»
Dicen los psicólogos que una de las enfermedades más comunes de nuestro tiempo es la neurosis, un trastorno nervioso y/o emocional que no obedece a ninguna causa física -ni aun a veces lógica-. Y razón tienen, porque lo que debería ser una simple «maladie personnelle» está degenerando poco a poco en una dolencia socialmente compartida. Es posible que, a pesar de todos los pesares, la sociedad actual sea la más homogénea e igualitaria de todos los tiempos -Zara es la mejor prueba-. Hoy las diferencias entre ricos y pobres se han acortado mucho, al menos estéticamente y en occidente, y eso ha engendrado una sociedad con altos estándares de exigencia y, por tanto también, de rígida estupidez. ¿Cómo, si no, habría de explicarse la tiranía de lo políticamente correcto?
Lo políticamente correcto se ha impuesto ubicuamente en nuestra manera de proceder, hablar, opinar y conducirnos, hasta el punto de convertirnos en seres temerosos de nuestra palabra y nuestros gestos. Transitamos un tiempo en el que el sentido del humor vive avergonzado, cuando no desterrado, de nuestras vidas por miedo a no resultar políticamente correcto. Pero una sociedad sin sentido del humor es una sociedad enferma, abocada a la alienación, a la uniformidad de pensamiento, a la pusilanimidad. Esta semana RTVE ha tenido que pedir perdón por un sketch de José Mota en el que un médico se tomaba con humor una enfermedad terminal -qué es la vida si no una enfermedad terminal-. Al parecer, un espectador se había sentido herido en su hipersensibilidad y la cadena pública tuvo que arrostrar subsidiariamente la supuesta culpa. La locura está llegando hasta esos extremos. Estamos destrozando el lenguaje con la estupidez ignorante del doble género, estamos creando una sociedad pacata y acomplejada, estamos volviéndonos hipersensibles y estamos convirtiendo el sentido del humor en la sonrisa de una estatua. ¡Somos imbéciles!