GUILLERMO GARABITO - La sombra de mis pasos
Querido siglo XX
«Adiós al siglo XX de una Valladolid que se nos murió el martes cuando murió Eloísa»
El Valladolid de siempre ya no existe. El Valladolid de mis abuelos, que es el de hoy y era otro. Ese Valladolid heredado del siglo XX al que le hemos ido poniendo velas y le rezamos anteayer el último réquiem que nos quedaba. El Valladolid de doña «Elo». Un Valladolid que quizá, por no haber vivido, tenga idealizado. Pero la vida, precisamente, consiste en ir idealizando la vida.
Se murió el martes Eloísa García de Wattenberg y al rezar un padre nuestro uno ya no sabía si lo rezaba sólo por doña «Elo» o incluso a un Valladolid pasado. A la Valladolid de principios del siglo XX, con su guerra y su posguerra. Sus hambres y sus «Mañanas de la Biblioteca». Y sus conferencias y y sus oros y sus oropeles sin restaurar. En la ciudad del Pisuerga, entonces, corría el dicho de que -cualquier día- a las ocho de la tarde o dabas una conferencia o te la daban. A esa ciudad precisamente me refiero. La que habitaban y hacían Cultura Narciso Alonso Cortés, Francisco Javier Martín Abril, Nicomedes o Corral Castanedo entre otros. Aquella urbe donde todo parecía que estaba por hacer: Refundar la Semana Santa o dar vida a los museos. De lo segundo se encargó primero Federico Wattenberg y después -y durante dos décadas- Eloísa.
Doña «Elo» cuando murió mi abuelo, aunque estaba ya mayor y medio ciega, escribió palabras bellas. Y de ese Valladolid que hablo hemos heredado nosotros el deber de ser agradecidos. No es esto un réquiem a Valladolid. Tan sólo al de nuestros abuelos. Quizá aquella Valladolid y ésta tengan en común que aún tienen todo por hacer.
Quedan prebostes, como José Delfín Val que es salmantino y vallisoletano con razón. O Joaquín Díaz , zamorano, claro. Pero en la Valladolid de hoy no se hiela el rio, ni queda poesía en «Las Mañanas de la Biblioteca». Adiós al siglo XX de una Valladolid que se nos murió el martes cuando murió Eloísa.
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