Sociedad

Sin rastro

En 2015 desaparecieron en Castilla y León cerca de 170 personas. La gran mayoría se resuelven, pero en torno al 4 por ciento se enquistan sin pistas

En la madrugada del pasado 27 de febrero se perdió el rastro del vallisoletano Sergio Marcos Paunero ABC

M. GAJATE

«Si me estás viendo, vuelve». Es la amarga súplica que en 1992 lanzaban entre sollozos de desesperación las familias de Virginia Guerrero y Manuela Torres en los primeros días de búsqueda de estas dos adolescentes de Aguilar de Campo (Palencia) cuyo rastro se esfumó cuando volvían haciendo autoestop de una discoteca en Reinosa y un Seat blanco paró frente a ellas. Nada más se ha sabido. Ni una pista, como si se las hubiera tragado la tierra. El caso se sigue revisando -«nadie» cae en el olvido, según aseguran los investigadores- con la esperanza de que algún día se le pueda conceder a sus padres, hermanos y amigos la respuesta que han tratado de encontrar durante cinco mil largos días de su vida. Su expediente convive con otras decenas de desapariciones que se producen cada año En concreto, en el pasado 2015 alrededor de 170 hogares de Castilla y León se llenaron de interrogantes -uno cada cincuenta horas-. Sus seres queridos desaparecieron sin dejar pistas.

Actualmente, la base de datos de la Guardia Civil y la Policía Nacional suma unas 70 denuncias candentes . Una amplia mayoría se corresponde con adolescentes y personas mayores. En el primero de los casos -en torno a un diez por ciento son menores en paradero desconocido- son fugas que muchas veces se solucionan rápido, ya sea porque son localizados o porque vuelven pronto a casa al verse sin recursos -«les falla la logística»- o al repensar en frío su pataleta tras el «calentón». En el segundo, la situación es más preocupante, ya que si un anciano que no regresa sufre demencia o problemas de movilidad, hay un «alto riesgo», explican a ABC fuentes de la Benemérita, que cuenta con una sección específica de homicidios y desaparecidos.

Lo habitual es que se localice a las personas desaparecidas en las 72 horas siguientes. Sin embargo, en torno a un cuatro por ciento de los casos se enquista y su resolución lleva un agónico tiempo. Los expedientes de unas cuarenta personas desaparecidas en Castilla y León son de estas características. No son actuales. No han aparecido en los primeros días ni en los primeros meses. Ni en España ni en el extranjero -pasado un «tiempo prudencial» su expediente se comparte a nivel internacional-.

Pueden haber pasado dos años o sumar hasta 41, que es el tiempo que ha transcurrido desde que Antonio Fernández Río, natural de Losacio de Alba (Zamora) , fue visto por última vez cuando regresaba de cumplir el Servicio Militar en Melilla, de acuerdo a la base de datos de la Guardia Civil en la que incluso figura algún caso que se remonta hasta la Guerra Civil. Aunque no haya novedades, se revisan y refrescan «todos», al menos, una vez al año.

Excepcionales

Los casos en los que el desenlace es fatal son «más excepcionales». No es lo más común, pero ocurren. Hay algunos que desde el inicio pintan mal. La desaparición fue forzosa o repentina -se esfumó sin su cartera o su móvil- o hay indicios de violencia de género o ajustes de cuentas. «Tristemente en muchos casos hay coincidencia» entre los malos presagios y el desenlace, explican desde la Guardia Civil. Ponen de ejemplo un sonado suceso que se registro en Valladolid en 2008. Un hombre ingresó en prisión como sospechoso de la desaparición de su mujer, de quien alegaba que se había ido a una residencia a Londres en la que nunca estuvo. Años después, un cráneo hallado en un monte de esta provincia se correspondió con el de esta desaparecida. Él se suicidó en la cárcel.

El mito

En este tipo de investigaciones, el «mito de esperar 24 horas» es el peor enemigo. Es una creencia «peliculera» explica un miembro de los equipos de la Guardia Civil que investigan desapariciones. En este sentido, defiende que la denuncia «se debe de presentar cuanto antes». Las primeras horas son «cruciales», ya que hay poco tiempo para «reconocer una gran cantidad» de espacio antes de que éste sea voluntaria o involuntariamente alterado y se borre el rastro de las personas.

Seguir los pasos tras una desaparición es siempre «complicado». Son casos de por sí difíciles, muchas veces sin pistas , y cuando se pregunta a los testigos el dolor inunda la sala del interrogatorio. «Muchas veces tenemos que adaptarnos a la familia, a su ritmo. Dejarles tiempo. Es su duelo». Y la angustia no se va sin respuestas. «La vida se paró cuando Manuela y Virginia se fueron», dijo la madre de una de las adolescentes de Aguilar de Campoo una década después de su desaparición, la cual se llegó a conocer como el caso «Alcásser» de Palencia al ocurrir el mismo año en el que España lloró conmocionada por lo ocurrido a las niñas valencianas Mirian García, Antonia Gómez y Desirée Hernández.

«Muchas veces tenemos que adaptarnos a la familia, a su ritmo. Dejarles tiempo. Es su duelo», señalan desde la Guardia Civil

Dar la buena noticia tras haber vivido y compartido su angustia es la gran recompensa para quienes investigan estos casos. Cuando hay que informar de una muerte es sin duda la parte más difícil de la investigación. La esperanza que se había retenido se desvanece. ¿Y cuando la desaparición es voluntaria? Si la persona que ha huido sin dejar rastro es mayor de edad se respeta, como no podría ser de otra forma su derecho a no revelar su paradero, pero sus familiares son informados de que su hijo, padre o amigo está sano y salvo, pero no quiere mantener contacto. En sus manos queda.

En el conjunto de España en 2015, la Guardia Civil contabilizó en torno a cuatro mil denuncias por desaparicione s. Sumando actuales e históricas se elevan en la base de datos hasta las ocho mil. En su página web figuran algunos de estos casos, no todos, en los que trabajan estrechamente con la Policía Nacional. Y es que la denuncia puede haber sido puesta ante la Benemérita por tener la residencia en el mundo rural, pero las pistas pueden estar en la ciudad. De hecho, antendiendo a esta necesidad de compenetración, desde 2010 comparten base de datos en la que los disntintos expedientes son puestos en común.

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