Fernando Conde - Al Pairo
Silbidos y dedos
«El quorum es netamente masculino, y no por un afán de machismo trasnochado, sino por una consuetudinaria y aceptada querencia -o tempora, o mores!-»
Ocho de la tarde, aproximadamente. Una coqueta bodega excavada en la peña de un pueblo cualquiera. Un grupo de hombres se reúnen, como casi todas las tardes, a «echar un cacho». El quorum es netamente masculino, y no por un afán de machismo trasnochado, sino por una consuetudinaria y aceptada querencia -o tempora, o mores!-. Son media docena de viejas historias de Castilla la Vieja en torno a una mesa y al amor de una chimenea, que ya los huesos son como la calor, cicateros. Se desata la conversación al instante, y van y vienen, como las viandas y el moje tinto, la PAC, el hijo de alguien, la nueva médico (aquí no llegará, no, la tontuna de «estrozar» la lengua con lo del género) y, cómo no, la política nacional: que si Rajoy es listo, que si Sánchez no; que si esto, que si lo otro… hasta que alguien menta a Podemos.
Entonces, el más mayor -o aparentemente-, callado hasta el momento, entretenido en rumiar un chusco de pan con los pocos dientes que le pueblan la boca, toma la palabra (sic): «Pero, ¡a quién van a engañar estos señoritos de universidad! Se ríe éste de su lucha por la clase trabajadora. Si no pisaron el campo en su vida… ¡ni mucho menos el agujero!; si sólo conocen el sol en bañador; si siempre despreciaron a quienes de verdad hemos ganado el pan con el sudor de esta frente -y se la toca con un dedo estragado-, de estas manos y de estos sobacos». Y sin más, calla y vuelve al chusco. Fue minero, me aclarará después mi compadre, y cuando enviudó se vino al pueblo de ella, a morir cuando toque. Es muy reservado y siempre silba al hablar, ya ves. Y uno piensa para sí en cuántos de esos neoapóstoles podemitas silban al hablar como él. Y sobran dedos aun sin estragar.