Silvia Clemente: la soledad de la guerrera
La pérdida de confianza con Mañueco y su falta de apoyos en el PP han precipitado su decisión. La duda ahora es si una política de raza lo dejará todo de forma tan repentina
Venía barruntándolo desde hace tiempo, pero nadie del PP sabía nada. Sólo sus más estrechos colaboradores fueron informados minutos antes de su anuncio, casi al mismo tiempo que creaba un grupo de whatsapp bajo el título «Gracias» con los miembros de la Mesa de las Cortes y la Junta de Portavoces, que provocó cierto asombro. Un grupo en el que, por cierto, no incluía a los miembros de su partido. Se va dando un portazo, recriminando al PP y al Grupo Popular que se lo han puesto muy difícil, que no la han sabido valorar y que incluso la han ninguneado. Una carta a los castellano y leoneses llena de decepción y cargada de balas contra Alfonso Fernández Mañueco a tan sólo tres meses de las elecciones autonómicas.
Silvia Clemente, la mujer de hierro, la poderosa, la que siempre fue por libre, la política resolutiva e imaginativa dimite como presidenta de las Cortes, segunda institución más importante de la Comunidad, y se da de baja de un partido en el que siempre ha militado. Entró en política de la mano de Jesús Merino y desde entonces ha sido una de las mujeres que más cargos ha ocupado: Medio Ambiente, Cultura, Agricultura y Cortes.
Pero, ¿por qué ha pasado de ser la número tres del PP regional a decidir marcharse de esta manera? Clemente y Mañueco siempre se han mirado de reojo porque ambos ambicionaban sustituir a Herrera. Pero Mañueco era el hombre fuerte de Génova en Castilla y León y la segoviana sabía que en esa carrera poco podía hacer contra él. Por eso, las primarias de abril de 2017 les unieron y el buen resultado para Mañueco en Segovia fue, en parte, gracias a ella, lo que obligó al nuevo presidente del PP a colocarla en la cúspide de su partido, con el gran reto de elaborar el programa electoral. Una decisión que nada gustó a algunos estrechos colaboradores del salmantino, que creían que Clemente le iba a tomar la delantera en cuanto pudiera. La relación de ambos se fue enfriando hasta convertirse en inexistente y, como ella relató ayer, la gota que parece haber colmado el vaso ha sido la de no haberla hecho partícipe del programa.
La expresidenta de la Cortes nunca ha sido una política disciplinada y siempre ha peleado por hacer lo que entendía que tenía que hacer, obviando instrucciones de arriba y argumentarios políticos. Una forma de actuar en política que le granjeó muchos enemigos a lo largo de su trayectoria. El primer «castigo» se lo impuso Herrera al sacarla de la Junta y nombrarla presidenta del Parlamento, algo que no le gustó, pero que asumió desde el primer día haciendo que el puesto se adaptara a ella como un guante.
Su «ecuanimidad», -mal entendida, según su partido-, ha contribuido a engrosar el capítulo de los momentos más tensos en la hemeroteca del Legislativo. Enfrentamientos con consejeros, procuradores del PP, cortes de micrófono a Herrera, votos en contra de su formación y un sinfín de decisiones inéditas, tanto en el pleno como en la Mesa.
El resultado de todo esto es que al final la siempre firme Silvia Clemente se ha visto sin apoyos ni asideros a los que agarrarse, así como sin ninguna posibilidad de seguir en un puesto importante si el PP gobierna a partir de mayo. Tanto es así, que el PP le buscaba estos días acomodo. Un escaño en la UE podría haber sido un puente de plata, pero la compleja situación de las listas en el PP lo hacía inviable. Y pese a su cambio de tercio, cuando apoyó a Casado tras el abandono de Cospedal y en contra de la decisión de la Dirección regional, tampoco contaba actualmente con un especial cariño de Génova.
A los argumentos esgrimidos ayer durante su despedida le faltó el de preguntarse también qué ha hecho todos estos años para quedarse tan sola. Clemente ha sido una mujer de raza política, aunque siempre con un halo de polémica sobre su gestión, pero, eso sí, con muchas ganas de hacer cosas nuevas por la Comunidad. Una mujer que ha dejado huella, con un alto grado de conocimiento, pero que se va dando un portazo poco elegante a estas alturas de la legislatura. Sus razones tendrá, pero el intento de dañar a su partido y, sobre todo, al candidato le resta credibilidad, por no hablar del cabreo de sus hasta ahora compañeros. Muchos dudan ya de que deje la política y las apuestas sobre si recalará en otras siglas cobran fuerza.
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