Servicio de emergencias: versión 2.0
La tecnología dio un vuelco a la gestión de incidencias que en dos décadas de vida del 112 ha permitido acortar plazos y atajar uno de los principales obstáculos: localizar a las víctimas que no se ubican o no pueden hablar
El verano de 2007 daba sus últimos coletazos. Un joven de 19 años emprendía un viaje en moto entre Barcelona y Villafranca del Bierzo. A medio camino sufrió un accidente. Cogió su móvil y llamó al 112, pero se quedó sin batería antes de poder averiguar dónde se encontraba. Decenas de medios peinaron kilómetros y kilómetros de carretera de León, Palencia, Burgos, Soria, Valladolid y Zamora, hasta que 19 horas después se dio con él, fallecido . Una búsqueda frenética y con cruel final que en un día cualquiera de 2022 se habría resuelto en segundos. Ahora, el propio móvil se encarga de dar las coordenadas superando la desorientación, la gravedad de las lesiones o, en definitiva, los distintos factores que hacen que las víctimas no se ubiquen en medio de su angustiosa situación. Es el antes y el después de la gestión de Emergencias, en la que la tecnología ha acudido al rescate de un servicio que en este 2022 cumple veinte años en Castilla y León.
Su puesta en marcha fue una puerta a la resolución de incidencias de forma global. Antes de ello, la sociedad marcaba en cabinas o en sus teléfonos fijos el 091, el 062, llamaba a Cruz Roja, los Bomberos, emergencias sanitarias... En función de lo que ocurría tenían que buscar ayuda. El 112 simplificaba la petición de auxilio y se encargaba de analizar la situación y derivar los medios necesarios desde la templanza de quien se hallaba al otro lado de la línea y no en medio de un escenario comprometido. En Castilla y León el servicio entró en funcionamiento en enero de 2002, fue el penúltimo de España en incorporarse y en tan sólo mes y medio tuvo que dar cuenta de su capacidad de resolución ante un gran suceso, recuerda Javier Martín, que se incorporó poco después de los inicios como gestor telefónico y hoy sigue en su mesa en la central de emergencias como supervisor.
Fue en marzo de 2002, cuando varios accidentes múltiples en la A-62 a la altura de Geria (Valladolid) dejaron ocho fallecidos y 36 heridos. En medio de la niebla, dos camiones quedaron atravesados creando una pantalla contra la que chocaban los coches. Quienes venían en sentido contrario comenzaron a telefonear al 112 y a medida que entraban las llamadas «escuchábamos como iban colisionando los otros vehículos». La respuesta a ese suceso «puso de manifiesto la fuerza y potencia del servicio», que «estábamos preparados» y eso «no ha cambiado», señala Martín. En los siguientes veinte años la evolución ha sido sobre todo «la tecnológica».
En 2002 buena parte de la población llevaba en su bolsillo esos primeros terminales que ni se soñaba que se conectaran a internet. Entonces esto se reservaba a los ordenadores, con sistemas de conexión que no conocían la fibra y terminales que ocupaban más que quienes los usaban y las comunicaciones aún requerían de los pitidos del fax como banda sonora. La modernización fue introduciendo cambios que, aunque parezcan pequeños, acortaban plazos vitales. Por ejemplo, si antes ante una emergencia había que tirar de teléfono para dar la alerta a cada uno de los organismos que intervienen en la resolución, ahora el sistema permite automatizar con un clic los avisos a agencias, medios sanitarios, de incendios o fuerzas de seguridad integradas en la plataforma, que son más de ochenta.
«No saben dónde están»
Pero si hay un aspecto en el que la tecnología es vital es en la localización en el mapa de la emergencia. Quien llama «está nervioso. Muchas veces no sabe dónde, sobre todo en carretera» . En caliente no son capaces de precisar la vía o el último pueblo por el que han pasado. Durante años fueron decenas los dramas en lugares inhóspitos que los servicios de emergencia no podían alcanzar y en los que la demora de la ayuda suponía una desbordante soledad, una agonía o un irreversible desenlace para quien pedía auxilio. En 2005, ese enorme abismo se empezó a acortar con un sistema de localización de las antenas que emiten las señales de los teléfonos. Éste aportaba un radio de unos 40-50 kilómetros a la redonda de donde se producía la llamada. Había ya por donde empezar. Tardaría una década más en llegar el salto definitivo. A partir de 2015 ya hubo posibilidad de recibir en tiempo real las coordenadas GPS de un móvil a través de la aplicación My112, clave en incidentes en montaña, en los que el alertante, sin este apoyo, sólo alcanza a explicar, por ejemplo, que está «en la cara norte de Curevacas». A esta estela tecnológica le seguirían después otros sistemas como la localización móvil avanzada (AML), que ya acota el posicionamiento del terminal desde el que se realiza una llamada a 15 metros; o el eCall, que de manera automática conecta con el 112 cuando los sensores de un vehículo detectan colisiones o que los airbags o los cinturones se han activado.
Retos
Para el futuro, la tecnología tiene aún reservadas nuevas mejoras . Se trabaja ya en un sistema de avisos por mensajería a la población ante grandes emergencias o catástrofes -como una ‘Filomena’ o incendios forestales- o la introducción de videollamadas para la atención de emergencias de manera que el gestor pueda ver lo que la víctima no alcanza a explicar y que puede ser fundamental en incidentes sanitarios.