Salvador Rus Rufino - Un tiempo propio
Innovación y formación permanente
«Formación e innovación deben ir de la mano y constituir una de las ocupaciones más importantes de la universidad»

Nuestra sociedad moderna se ha desarrollado en el paradigma industrial. En sus más de dos siglos de vida se han ido produciendo muchas transformaciones en el modelo, con múltiples innovaciones, tanto científicas como sociales, que han permitido a los países alcanzar una calidad de vida y un bienestar bastante elevado y sostenido en el tiempo, aunque no a todos por igual, porque todavía hablamos de un tercer mundo subdesarrollado o en vías de desarrollo.
El modelo industrial ha resultado en y para muchos países excelente. Pero la llegada de las nuevas tecnologías de la información y las comunicaciones lo ha transformado en pocos años creando una sensación de inestabilidad e inseguridad. Un nuevo orden ha emergido, o está emergiendo, y se nutre de los avances científicos que la propia sociedad industrial promocionó e incorporó a sus modelos productivos, pero no en sus planteamientos y estrategias, o al menos no con la intensidad y profundidad requeridas. El ordenador, la computación, la información y las comunicaciones tuvieron en sus inicios una tutela y un desarrollo industrial, pero pronto se empezó a notar que el marco de referencia no era el más adecuado, era un corsé demasiado rígido que impedía su crecimiento. Nació con ello el nuevo paradigma de la información y las comunicaciones, que ha mostrado su fuerza y su eficacia en este año plagado de restricciones.
A partir de ese momento ha ido surgiendo un mundo nuevo, abierto a nuevas oportunidades y posibilidades impensables unos años antes, con una rápida evolución que ha ocasionado un diligente tránsito hacia modelos más profundos y de mayor alcance, como es la sociedad del conocimiento.
La consolidación de la sociedad del conocimiento significa que la comunidad genera, transforma y transmite la información y, además, el conocimiento se constituye en la base sobre la que se construyen la competitividad y la competencia de las personas, así como la productividad de las empresas. Esta situación genera asimismo un cambio de hábitos, de procedimientos y de modelos organizativos, culturales y sociales que vendrán condicionados por el mayor uso y el desarrollo de la tecnología. Todo ello en un mundo global intercomunicado, competitivo y muy desequilibrado, tanto desde el punto de vista de recursos, como de costes y de posibilidades de futuro.
En este contexto, la universidad se enfrenta a dos grandes desafíos: la innovación y la formación a lo largo de la vida. La innovación está ligada a la creatividad y a la competencia de las personas. La formación a lo largo de la vida es una necesidad de los ciudadanos que desean incrementar sus competencias personales y con ello progresar en su calidad. La innovación hará que la universidad sea competitiva y sirva a la sociedad para mejorarla. La formación permanente permitirá a los profesionales actualizar sus conocimientos, competencias, destrezas y habilidades para ofrecer un servicio de alta calidad a aquellos ciudadanos que se lo demanden. Formación e innovación deben ir de la mano y constituir una de las ocupaciones más importantes de las universidades.