Fernando Conde - Al pairo
Sadomaso español
«Cada vez somos más los que pedimos que, de ir a unas terceras elecciones nacionales, los 350 diputados y los 266 senadores sean completamente nuevos»
En condiciones normales unas elecciones en País Vasco y Galicia probablemente no dieran para una columna en ABC Castilla y León, pero lo cierto es que las condiciones actuales son de todo menos normales. Por eso, tal vez, tengan tanta importancia estos «cuartos» comicios anuales -que se dice pronto- a los que quizá acaben de enfrentarse, en diferido, algunos españoles. Primero, porque, aunque el escenario sea distinto, tal vez sirvan para testar hasta qué punto los españoles estamos hasta el moño de esta mandanga de políticos. Segundo, porque de su resultado dependerá buena parte del futuro inmediato del país y la posibilidad de no tener que compadecer ante las urnas una vez más, con un resultado que, si nada cambia, mucho hemos de tenermos que valdría para cambiar nada. Tercero, porque, tras el recuento, volveremos a escuchar las mismas sandeces, los mismos análisis interesados, las mismas «victorias» pírricas de los Pirros de siempre. En fin, el mismo paripé al que cuarenta años de democracia endeble nos han acostumbrado.
La mayoría de los españoles esperamos que esta prueba piloto con vascos y gallegos como protagonistas sirva para algo más que para formar gobierno en estas dos comunidades autónomas. Cada vez somos más los que pedimos que, de ir a unas terceras elecciones nacionales, los 350 diputados y los 266 senadores sean completamente nuevos, visto que los elegidos, por dos veces, han demostrado manifiestamente su indudable incapacidad. Porque, una cosa es respetar la disciplina de voto y otra, bien distinta, tragar con todo lo que les echen. Tengo para mí que muchos serían los diputados y senadores del PP y del PSOE que mandarían a tomar viento fresco a sus respectivos líderes. Pero no sé si es la cobardía o la soldada -o ambas- la que paraliza los ánimos. En fin, que si de éstas «salieran» unas terceras elecciones nacionales, los españoles deberíamos hacérnoslo mirar: doctor, ¿cree usted que soy sadomaso? Sea sincero.