Fernando Varela, obispo de Zamora: «Vengo a una iglesia de la España recia, fecundada de esperanza»»

El prelado se hace cargo de la Diócesis, sede vacante desde septiembre de 2019, cuando falleció el obispo Gregorio Martínez

ICAL

ALBERTO FERRERAS

A sus sesenta años, el sacerdote murciano Fernando Valera Sánchez se ha convertido en obispo para dirigir el destino de la Diócesis de Zamora tras casi quince meses sin máxima autoridad religiosa por el fallecimiento de Gregorio Martínez Sacristán. La ordenación episcopal y toma de posesión de Fernando Valera celebrada ayer en la Catedral de Zamora estuvo marcada por la pandemia, que redujo el aforo de la seo zamorana a menos del treinta por ciento de su capacidad y obligó a que la mayoría de los feligreses tuvieran que seguir la celebración religiosa por televisión.

Entre los que sí apoyaron presencialmente al religioso de Bullas (Murcia) fueron un centenar de sacerdotes y diecisiete cardenales, arzobispos y obispos, en un acto presidido por el Nuncio de Su Santidad en España, Bernardito Auza. Autoridades religiosas como el cardenal arzobispo de Valladolid, Ricardo Blázquez ; el secretario general de la Conferencia Episcopal Española y obispo auxiliar de Valladolid Luis Argüello, o el obispo de Cartagena, José Manuel Lorca, se dieron cita en una toma de posesión en la que tampoco faltaron prelados como los de Segovia o Astorga o el obispo emérito de San Sebastián y exobispo de Zamora, Juan María Uriarte.

La situación sanitaria, además de condicionar la celebración por el respeto de las distancias y la obligatoriedad del uso de mascarilla, estuvo presente en gestos como la inclinación en signo de veneración de la Cruz de Carne por parte del nuevo obispo de Zamora al inicio de la ceremonia. A la entrada de la Catedral, Fernando Valera cumplió así con un ritual que cobra especial significado en estos tiempos porque los devotos zamoranos también han recurrido a la intersección de esa reliquia devocional de origen medieval en otras pandemias sanitarias que se han vivido históricamente. Además, el nuevo prelado, al finalizar la ceremonia, invitó a «besar las llagas santas» y a «servir y amar» a quienes han sufrido «el azote de la pandemia» bien sea en la enfermedad o en la muerte e incluso a los que han padecido sus consecuencias económicas en forma de «paro y dificultad económica». Valera dio muestras de humildad y gratitud al recordar a quienes le han acompañado en su trayectoria hasta convertirse en prelado zamorano y admitir que llega a esta diócesis a «aprender a ser obispo». De su cátedra episcopal, indicó que Zamora se ubica en «la España recia, fecundada en la esperanza» .

Despoblación

Por su parte, el Nuncio del Papa en España recordó a monseñor Valera la misión eclesiástica de ser como un hospital de campaña y subrayó que Zamora tiene «profundas raíces creyentes», es cantera de santos y mártires y representa una «iglesia viva» que ama a los más pobres y cuenta con una «espectacular belleza». Bernardito Auza hizo igualmente referencia al problema de la despoblación que sufre la provincia, algo a lo que también aludió el que ha sido administrador diocesano mientras la sede episcopal ha estado vacante, José Francisco Macías. A ello se suma otro problema que tendrá que abordar Fernando Valera como es el de la falta de vocaciones sacerdotales, ya que sólo hay dos alumnos de la Diócesis en el seminario mayor.

De tierras murcianas llegaron algunos de los asistentes a una ceremonia en la que monseñor Valera se puso la cruz pectoral, la mitra, el báculo y el anillo episcopal símbolos de su nueva misión eclesiástica en Zamora y ocupó una cátedra en la que antes se sentó Gregorio Martínez, a quien dedicó una oración junto a su tumba en la Catedral al comienzo de la ceremonia.

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