Rutas históricas
Ruta jacobea al Medievo
Un libro editado por Santa María la Real se adentra en el ambiente del Camino de Santiago en la Edad Media y en el contexto espiritual que llevó a miles de peregrinos a vivir esa «verdadera aventura»
«El Camino de Santiago ya era un gran recurso económico en la Edad Media», señala el historiador Jaime Nuño González. No es la única coincidencia con la época actual, porque «los peregrinos de hoy andan prácticamente los mismos caminos que los de antaño». Sin embargo, pese a que la peregrinación es uno de los actos de fe y devoción que el hombre actual comparte con el de la Edad Media, «las diferencias entre unos y otros viajes son abismales».
Adentrarse en la Ruta Jacobea en el Medievo, «difundir cuáles fueron sus orígenes» y ahondar en el contexto espiritual que empujó a miles de peregrinos en los siglos pasados es el objetivo del libro «Peregrinar a Compostela en la Edad Media», cuidadosamente editado por la Fundación Santa María la Real del Patrimonio Histórico con Jaime Nuño como autor y Chema Román como ilustrador. «Hacer el Camino de Santiago en la Edad Media era como adentrarse en un mundo desconocido. Venían de Suecia, Polonia, Armenia, Turquía... y no conocían nuestra lengua, comida o costumbres. Sería como ahora cruzar el continente africano de Norte a Sur. Una verdadera aventura», señala el escritor.
Una aventura llena de peligros, porque no pocas veces los peregrinos eran víctimas de bandidos -el paso por los Montes de Oca, en Burgos, era uno de los más peligrosos-, pícaros e, incluso, de algunos hospederos que traficaban con las velas que los caminantes compraban para llevar al altar de Santiago. Eso sin mencionar los «altísimos riesgos» en cuanto a enfermedades que conllevaba alojarse en un albergue medieval, donde la higiene dejaba mucho que desear. Con el tiempo fueron surgiendo órdenes militares y religiosas para ayudar a los fieles caminantes como los antonianos que habitaban el Monasterio de San Antón, a las afueras de Castrojeriz (Burgos), cuyos monjes se dedicaban a curar a los enfermos del fuego de San Antón, una especie de patología gangrenosa extendida por Europa en los siglos X y XI.
Para abordar tantos detalles de forma minuciosa son diversas las fuentes que historiador e ilustrador han consultado. Entre ellas, Nuño cita la «Historia Compostelana» y el «Códice Calixtino», que además de una guía para peregrinos, entre sus libros alberga «una serie de sermones que nos cuentan el ambiente que se vivía en Santiago y en el Camino, el significado de las reliquias o el propio hábito del peregrino», detalla Nuño, quien cita también entre las obras consultadas, una «fundamental», más contemporánea -fue escrita en los años 40-, «Las peregrinaciones a Santiago de Compostela», de Luis Vázquez de Parga, José María Lacarra y Juan Uría Ríu.
En ella ya quedaba reflejado que los caminantes de entonces no sólo eran gente de escasos recursos que a lo largo del camino vivían de la limosna, «también había peregrinos de alcurnia, nobles, ricos burgueses y altos cargos eclesiásticos». Entre los de nombre conocido, el historiador señala el Rey de Jerusalén Jean de Brienne, «que es muy posible que hiciera etapa en Toro» -como refleja una de las láminas donde se ve una de las torres de la Colegiata de Toro en plena construcción-. «El Camino era un bien muy preciado», insiste Nuño, destacando que los peregrinos también creaban riqueza: «Eran los turistas de la época».
La obra forma parte de una serie que comenzó con la publicación de «Una aldea en tiempos del Románico» (Premio al Libro Mejor Editado en 2009 por el Ministerio de Cultura). El volumen está dividido en 30 capítulos y cada lámina va acompañada por dos textos -en distintos niveles de lectura-: «Detrás de cada lámina, dibujo y texto hay muchas horas de trabajo para tratar de trasladar toda la información que teníamos de una forma inteligible».