Fernando Conde - AL PAIRO

Rosa Valdeón

«La política castellano y leonesa pierde a una figura interesante, con capacidad para el diálogo, para la empatía con los otros, para la negociación amable, para el consenso y para el futuro»

Fernando Conde

Lo ha vuelto a hacer, y esta vez ya no le quedaba más salida -honrosa y coherente- que la de la puerta de atrás de la política activa… y pasiva. Quien suscribe sólo ha conversado una vez en su vida con la que por entonces era alcaldesa de Zamora. La impresión, «prima facie», fue agradable por cercana; la de una mujer risueña y recogida que alojaba bajo la sonrisa una personalidad fuerte y firme. Buen verbo, buena cabeza, buen talante y talento y, sobre todo, buen fondo. Cualidades que, reunidas en una sola persona, resultan tan frescas como escasas en estos tiempos de política rufianesca. Quizá por ello y porque nada de lo humano nos es ajeno, algunos quisimos ver en aquel primer incidente con el alcoholímetro un error que podría haber cometido cualquiera. Pero la reincidencia se compadece mal con la misericordia, y un segundo tropezón en la misma piedra y tan temprano ya no tiene justificación posible.

Dicen quienes la conocen bastante mejor que este columnista que Rosa Valdeón estaba atravesando un mal momento, y que el primer tropiezo estuvo íntimamente relacionado con ello. Es muy probable que ese mal momento se haya elongado en el tiempo, hasta ahora, y que este segundo episodio también guarde relación. Dicen también que Rosa Valdeón es una mujer honrada y escrupulosa en el uso, manejo y destino de los dineros públicos. Esto, viendo cómo algunos de sus colegas manejan el parné de todos con una alegría sonrojante y cómo distraen del presupuesto dineros para obsequiar a título personal a sus amistades, es un atenuante fundamental para que al menos el juicio social a Valdeón sea bastante lene.

Sea como fuere, con la marcha de la que otrora estuviera llamada a ser recambio -si no natural, al menos sí deseado del presidente Herrera-, la política castellano y leonesa pierde a una figura interesante, con capacidad para el diálogo, para la empatía con los otros, para la negociación amable, para el consenso y para el futuro. Y da cierto coraje que esto haya sucedido por la aplicación de ese principio no escrito de que la integridad en los políticos ha de ser a tiempo completo y que la mujer del César, además de serlo, ha de parecerlo. Lo que ya no me atrevería a afirmar es que la damnificada lo sea realmente por haber perdido su escaño en las Cortes. Quizá, en casos como el suyo, lo mejor sea hacer borrón y cuenta nueva. Volver al lugar de origen y allí demostrar que, si las Cortes han perdido a una buena procuradora, la inspección de sanidad ha recuperado a una eficaz funcionaria. Suerte y a la faena, Rosa Valdeón.

Rosa Valdeón

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