El resurgir de las ruinas
Un colectivo de voluntarios trabaja cada verano en la restauración del monasterio de Río Seco (Burgos), una joya del siglo XIII muy deteriorada por el paso del tiempo
El monasterio de Santa María de Río Seco, en el Valle de Manzanedo (Burgos), se encuentra en un enclave natural privilegiado, pero azotado por la despoblación. Fundado en el siglo XIII, disfrutó de momentos de esplendor con hasta cien habitantes, entre ellos veinticinco monjes cistercienses, y familias que vivían en su alrededor y trabajaban para el cenobio, en cuyos terrenos se cultivaba trigo, lino, viñedo y frutales y pastaba ganado, con un rebaño que llegó a ser de 2.000 ovejas.
Sin embargo, como otros muchos templos y bienes de la iglesia, en el siglo XIX entró en declive y cuando recibió la puntilla, en la Desamortización de Mendizábal, su deterioro era tan notable que se tuvo que vender a la baja a una familia cuyos descendientes terminaron regalando el templo, ya a mediados del siglo pasado, al Arzobispado de Burgos, su actual propietario.
Su estado de ruina y abandono era tal que a principios de esta década un grupo de personas decidió constituirse en colectivo e intentar recuperar el templo para evitar su desaparición definitiva. El movimiento cuajó en un plan de actuaciones que se ha venido desarrollando desde entonces. La parte más llamativa es la Semana del voluntariado que tiene lugar durante el verano. Más de un centenar de personas han participado en esta ocasión en las tareas más diversas, aunque no han estado solos. Las aportaciones de los miembros del colectivo, donaciones y alguna ayuda pública han servido también para contratar las obras más complejas de recuperación.
Juan Manuel Gutiérrez es el coordinador del colectivo «Salvemos Río Seco». Su sueño es que el monasterio pueda acoger en el futuro acciones culturales y de corte educativo. Piensa en formación relacionada con la historia y el arte. También cree necesario dotar algún espacio para poder albergar a personas y asegurar así la sostenibilidad del antiguo templo.
Actividades
Pese a que no es posible llegar al monasterio en coche y hay que recorrer los últimos metros a pie, el viejo edificio y su entorno han acogido ya un buen número de actuaciones culturales, porque «no se trata solo de rehabilitar la piedra, sino también el peso cultural y la fuerza del monasterio para revitalizar la zona», explica Gutiérrez. Un concierto de saxofones, una gala lírica, una fiesta del voluntariado y hasta un desfile de moda dan muestra de la capacidad de organización del colectivo.
La labor de empresas constructoras ha permitido terminar las cubiertas de las bóvedas de la Iglesia y de la sala capitular del conjunto monástico. Ahora también se está actuando en la Cilla, la antigua despensa del templo, una zona abovedada construida directamente sobre la roca que recuerda en su estructura a la sala capitular, aunque se realizó a base de piedra de toba para aligerar las cargas. En 2013 se abrió una puerta que estaba cegada y comunicaba el Claustro con la Cilla, lo que permite una visión más atractiva del espacio.
Con el mazo dando...
Mientras tanto, tampoco falta tarea para los voluntarios. Muchos son vecinos y veraneantes del entorno, pero hay personas procedentes de los sitios más insospechados, incluso de fuera de España. También son habituales los grupos provenientes de Madrid y del País Vasco. Una de las tareas en las que más se ha avanzado este año es en el exterior de la iglesia. El objetivo es recuperar un foso que rodeaba el templo y que servía y volverá a servir para mejorar el saneamiento de los muros y evitar o reducir humedades.
Los voluntarios se enfrentan a algunas labores más complejas y otras que requieren sobre todo esfuerzo físico y ganas. Es el caso del desescombro de la Casa Parroquial y la zona de la antigua hospedería, totalmente derruida. También continúan las tareas de retirada de la maleza, especialmente rebelde este año por la humedad, y consolidación de muros.