El relato de la verdad

Una mañana de noviembre de 1995, en Salamanca , el estallido de un artefacto explosivo adosado al vehículo de Juan José Aliste le mutiló las dos piernas cuando se disponía a llevar a su hija y unos compañeros al colegio. Los heroicos gudaris del tiro en la nuca y el coche bomba, los libertadores embozados de la opresión del pueblo vasco expertos en el secuestro y la extorsión, se habían fijado en él por su condición de militar. Entonces capitán de Caballería. Ahora, comandante. Como a tantos otros que por llevar uniforme, tricornio y placa policial había que quitar de en medio. Como a los niños de las casas cuartel de Vic y Zaragoza , a los apacibles civiles que compraban en el Hipercor de Barcelona , a los concejales y políticos asesinados por defender la democracia.

Juan José Aliste, junto a otras víctimas del terrorismo etarra, del Grapo y yihadista oriundas de Castilla y León, participarán en una interesante iniciativa para explicar a escolares de cuarto de ESO, en diecinueve centros docentes de Valladolid , el horror y la pesadilla vividos por la sociedad española durante más cuatro décadas de sinrazón criminal. Existe la intención de extender el proyecto a otras provincias, tras el éxito alcanzado en Madrid, donde surgió. Nuestros adolescentes deben conocer el testimonio personal de quienes sufrieron la violencia y han sobrevivido para contarlo. Porque son historias dramáticas, dolorosas, donde siempre se percibe un hilo de esperanza y todavía muy cercanas en el tiempo.

Los españoles seguimos en deuda con las víctimas, que a lo largo de estos años han tenido un comportamiento impecable, por su civismo y serenidad frente al odio y el rencor, siempre con confianza en la justicia. Con las viudas, huérfanos y familias. Un encomiable ejemplo que exige un relato objetivo y real de los hechos , sin tergiversaciones abyectas, explicado en las aulas.