Guillermo Garabito - La sombra de mis pasos
Reencuentro con Castilla
«De la Peña venía a Valladolid cuando exponía su pintura y los periódicos daban cuenta al día siguiente de la inauguración y de que había vendido ya toda la muestra. Pero esos eran otros tiempos»
Reencontrarse con Castilla cuando se viene de lejos. Con esa nostalgia de la tierra me hablaba el pintor Antonio de la Peña -palentino por demás- cada vez que le preguntaba cuándo arribaría, desde su Bilbao de acogida, a esta orilla del Pisuerga nuevamente. Desde que le conocí le he insistido en volver -con su obra bajo el brazo- una vez más.
Las galerías ahora se cuentan con dos dedos y quedan las salas de exposiciones públicas para salvar la situación. De la Peña venía a Valladolid cuando exponía su pintura y los periódicos daban cuenta al día siguiente de la inauguración y de que había vendido ya toda la muestra. Pero esos eran otros tiempos. Ahora ya nadie compra cuadros. Aun así, sorprendentemente, a este pintor le sigue comprando y le siguen abrumando para exponer. Hasta el cinco de noviembre se puede ver parte de su obra en la sala de exposiciones del Palacio de Pimentel.
La muestra la forman hombres y mulas que trillan la parva y molturan el trigo. Hay pastores, también, abrigados con mantas ocres que caminan veredas de... Torozos. De de la Peña a uno le sobrecogen siempre los cielos. Con ese estilo suyo inconfundible y personalismo ha ido pintando con los años cielos imposibles. El cielo de esta tierra que amenaza con desgañitarse. En sus cuadros, de tormentas lejanas, se siente todo el peso de ese cielo. Hay un lirismo muy íntimo en sus pinceles.
Antonio de la Peña me recibió en su estudio de Bilbao un día de primavera. Deberían adoptarle allí como el pintor de la ría. Antonio de la Peña y de la Ría. Él ha dignificado con su pintura la ría a la altura del Sena en las de García Benito, Matisse o Renoir.
En realidad siempre ha pintado rías. La de Bilbao, o estas otras tan nuestras que se crecen de amapolas en abril y van a dar a la mar: que son trigales que en las tardes con viento hacen olas de secano.