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La raíz castellana de Agustina Bessa-Luís
La autora lusa de ascendencia zamorana, de quien se cumple un año de su muerte, reflejó en su obra la influencia de su origen y de la literatura española

En 1956 Agustina Bessa-Luís publica Los incurables, una historia inspirada en su propia familia. Al frente de la novela, su abuela materna, «la serena y reservada Petronila», Lourença Agustina en la vida real y «mujer castellana». Concretamente de Zamora, de Corrales del Vino. La obra no está traducida al español.
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El próximo 3 de junio se cumple el primer aniversario de la muerte de Bessa-Luís (Amarante, 1922-Oporto, 2019). Con ella no se ha producido ese fenómeno de interés editorial que se da tantas veces con la desaparición de un autor. Al menos no en España, donde casi se cuentan con los dedos de una mano las obras de la escritora portuguesa publicadas (ya descatalogadas y poco menos que inencontrables en el mercado de segunda mano). Una de las escasas traducciones tiene sello vallisoletano, Contemplación cariñosa de la angustia (Cuatro Ediciones, 2004), una recopilación de ensayos breves y conferencias, fundamental para conocer a Agustina Bessa-Luis y la importancia de la raíz castellana en su obra.
«Contemplación cariñosa de la angustia» fue editada en Valladolid en 2004
Cuando se tradujo su primer libro al español, habían pasado ya más de treinta años desde su debut literario y había firmado una veintena larga de títulos. En 1981 Alfaguara lanzó su novela más alabada, La sibila, y un año después aparecieron en la lengua en la que empezó a leer sus Cuentos impopulares.
«Mi llegada a España es como un regreso demorado en el carro del tiempo. De aquí, de los campos zamoranos, partió mi madre a los cinco años. (...) Mis primera lecturas fueron en lengua castellana. No el Quijote, como todo el mundo, sino relatos llenos de acontecimientos desgraciados y felices coincidencias. La revelación de una vocación se produce no mediante obras geniales, sino por la meditación sobre lo problemático que abunda en la novela popular. De ese primer encuentro con una novela de azares y pasiones, llegué a estos Cuentos impopulares», señalaba la autora en una breve nota a la edición de Alianza (1982).
En Contemplación cariñosa de la angustia, da más detalles sobre germen de su temprana pasión por la escritura, nacida cuando aún ni sabía leer. «Comencé a escribir a una tierna edad. Tenía cinco años, y ya era escribir lo que ansiaba; qué curiosidad devoradora sentía ante las letras que no podía descifrar. Aún recuerdo un número de Blanco y Negro que publicaba un folletín llamado El señor de Simoun. Alguien me dijo que se llamaba así, y yo, que no sabía leer, forjé para mí misma una novela a partir de ese título y de las ilustraciones. En realidad fue mi primera novela». Debía de referirse a El amo del Simún, firmado con el seudónimo de Jean D’Agraives por Frédéric Causse y publicado con ilustraciones del granadino Adolfo Lozano Sidro en el semanario Blanco y Negro entre 1926 y 1927, cuando Agustina Bessa-Luís tenía -como dice- cinco años. Lo que no olvidó la autora es que aquella publicación, también española, alentó su vocación.
Por sus libros andaban, dijo, las «palabras nativas», las costumbres y mujeres de Castilla
Contemplación cariñosa de la angustia recoge una conferencia pronunciada por Agustina Bessa-Luis en la Universidad de Salamanca el 30 de marzo de 1984. Pocos años antes, contó, había visitado «el pueblo en el que se inspira Los incurables; un pueblo cerca de Zamora, idéntico [entonces] al de hace cien años». Un vecino la guio por los vestigios de sus raíces, los lugares vinculados a Lourença Agustina, protagonista de su novela. «Me enseñó la casa en la que nació Petronila, la pila donde fue bautizada, el altar donde se casó con Alberto Cales (...) Si yo no hubiese escrito ya Los incurables, el primer capítulo se habría iniciado allí».
Aunque no convirtiese Corrales del Vino en escenario literario, la raíz zamorana emerge en los personajes principales de esa obra, publicada en dos tomos (Os Retratos y Os Irmãos). «Alguien me dijo un día que la mujer castellana, espejo de virtudes, de profundos sentimientos, de carácter bíblico, dueña del hogar y de los corazones, carece de ternura. Le falta la cálida sumisión que permite a una mujer lograr la obediencia usando todos los recursos del cariño. Petronila tenía ese temple: de poderosos sentimientos, pero sin demostraciones banales (...) la Petronila de Los incurables parece distante e incluso fría; porque todo en ella es economía afectiva».
Otro de los protagonistas es su abuelo Alberto Cales. «Aquí, en estos parajes de Castilla, edificó una casa y fundó una fábrica; electrificó el pueblo, hizo negocios; trabó amistades, engendró hijos y, sobre todo, sufrió», decía en su conferencia en la USAL. Como personaje de Los incurables, añadía, «tiene a su cargo el papel de ese seductor conmovido, sacudido por un acto de salvación».
Galardonada en 2004 con el premio Camões -el Cervantes de las letras portuguesas-, asumía el peso de la literatura española en la génesis de sus libros; primero aquella novela popular, y más tarde clásicos como El lazarillo de Tormes, que confesaba haber leído en la adolescencia «con cierta desilusión», porque «los jóvenes albergan hacia los pobres una aversión natural, lo mismo que hacia los viejos».
Santa Teresa constituyó otra referencia para Bessa-Luís, nacida el día de la festividad de la monja abulense, a quien la autora portuguesa consideraba «en tanto que mujer de letras, la más noble y audaz e insólita de todos los tiempos». Le contaba anécdotas de la vida de la santa «una vieja ama, retratada en Los incurables con un particular realce».
Decía que en su memoria literaria quedaron grabadas para siempre «las costumbres castellanas», las «palabras nativas» de la infancia «recuperadas finalmente de la vieja gramática galaico-castellana». «Y, sobre todo, el carácter de las mujeres: mujeres sensatas o violentas; ‘la hembra’, con su caudal de presagios, de monstruos, con su fascinación por el horror que porta como en andas, sobre el horizonte, y cuya dignidad radica en su instinto de muerte, en la lucha enfermiza con su instinto erótico. Mujeres de Castilla, sin duda».
Esas figuras femeninas frecuentes en su obra, decía Bessa-Luís, eran vistas por «los lectores urbanos» como un «rastro de feminismo», «cuando son simplemente mujeres».