Artes&Letras
Quijotear con cervantes
«Con el pie en el estribo», de Alfredo Pérez Alencart, se adentra en las esencias de la poesía cervantina
Es lo que hace Alfredo Pérez Alencart en su libro de poemas El pie en el estribo: quijotear con Cervantes a lo largo de sesenta páginas, que edita Edifsa con portada e ilustraciones de Miguel Elías, y que apareció en el pasado mes de abril. Una interesante perspectiva en este centenario cervantino. El poemario no sólo está a la altura de las circunstancias -el libro llevaba en la recámara 10 años sin pensar para nada en el centenario, según cuenta el autor-, sino que viene como anillo al dedo porque se adentra en las esencias de la poesía cervantina como lo hace un poeta: llevando al lector a la sima del laberinto quijotesco. Algo muy serio.
El término «quijotear», que lo adopta el poeta salmantino desde el inicio de su poemario, tiene un sentido determinado a lo largo de todo el discurso poético: «Quijoteo con don miguel mientras repasamos evangelios». Aclaración capital y en minúsculas -todo el texto de Alencart carece de signos de puntuación para que el magma poético surja a borbotones-, dando a entender que la consideración poética se va a impregnar de la filosofía y de la literatura -o sea, de los evangelios canónicos y de los apócrifos- que han transmitido el pensamiento cervantino. Un ejemplo: Alencart transita de Ortega a Unamuno con la misma facilidad y sutileza de pensamiento que Ulises se deslizaba entre Escila y Caribdis.
El poeta, y lo certifica desde su primer poema, hace «tramos largos de un viaje a lo mucho interior». Es decir, que este vaivén de pensamiento y sentimiento está firmemente anclado en un quijotear que recorre ínsulas o páramos desérticos con una intención: como quien regresa de la tiniebla para encontrarse de bruces con las claridades del hombre. Nada más y nada menos. Y es aquí donde el poemario de Alencart, conforme avanza en los 41 poemas -20 cortos como un cuchillo, 20 largos como un estuario, y una adenda para vencejos exigentes-, intensifica sus parábolas, sus zarpazos, y sus demostraciones humanísticas que anclan en un código quijotesco imprescindible: «Heme aquí sancho a veces quijote siempre/ con todos sus sinónimos a cuestas crucificado».
Este poemario de alencart merece un sitio especial en el centenario de cervantes a pesar de su formato en edición humilde
Un amplio recorrido que se sustancia, como no podía ser de otra manera, en aventuras quijotescas que multiplican su acción allí donde el amor o la muerte ponen el estribo «para cabalgar en el mismo bando» y con «el único pasaporte» posible que «es la hermandad» universal. En suma, que este poemario de Alencart -que se interna en los libros de caballerías, y que con idéntica destreza cabalga por el Fart West o en las películas del Zorro-, merece un sitio especial en el centenario de Cervantes, a pesar del formato en edición humilde. Su ambición en cambio es indivisa, pues el contrapunto de la poesía, como viene a decir el autor de esta reflexión, equivale siempre a una resurrección hegemónica: «quijoteando voy por el ojo de tu aguja hasta pasar al cielo».