CULTURA
Puestos a estrenar
Valladolid es su literatura. Los escritores que la han escrito, reescrito, y la han idealizado
Valladolid es su literatura . Los escritores que la han escrito, reescrito, y la han idealizado. Un incendio y algo de piqueta y de cemento.
Una Feria del Libro sin libreros era una cosa que sólo podía ocurrir en Valladolid. El desacuerdo del gremio con el anterior equipo de gobierno dejó una Feria del Libro extraña que este año viene a resucitar –ya con los libreros, editoriales e instituciones– a la P laza Mayor de Valladolid donde se han asentado un total cincuenta y cinco puestos con sus libros a estrenar. Este viernes, desde el mediodía, rondaba la impresión de que aquello iba cogiendo fuerza por momentos. Por la mañana al levantar los toldos metálicos, calientes como una plancha por el sol que embestía de frente, paseaban sólo algunos curiosos dejándose caer entre las casetas. «¿Tiene algo de Valladolid?», preguntaba un señor canoso y consumido a uno de los libreros de la Feria. «¡Por supuesto! Toda esta sección, mire». «Sí, sí, pero de Valladolid ciudad digo…» prosiguió el hombre. Y habiendo pasado revista al sitio salió en dirección contraria.
A media tarde empezaba a llegar la gente y los niños jugaban mientras los padres ojeaban libros. Y hubo hasta susto cuando salía un coche del aparcamiento subterráneo de la Plaza Mayor. Primero se oyó el grito de un hombre que corría hacía el lugar. Después apareció en escena un triciclo que había rozado el coche y todos los ojos, lógicamente, buscaban ansiosos un niño por algún lado que apareció sin ningún rasguño. El coche no lo había tocado pero hubo, ya digo, principio de gritos en la esquina de la plaza. La imagen siguiente fue la de la conductora apeándose del vehículo y comprobando, con la cara desencajada, que el crio estaba ileso mientras poco a poco se iba implando de lágrimas su rostro consciente de lo que podía haber sucedido.
A las siete de la tarde el atractivo de la feria se fue al interior del Teatro Zorrilla donde Forges –Antonio Fraguas– pronunciaba el pregón de la Feria. Al salir del teatro se abarrotó la plaza.
Hay en la Feria del Libro de Valladolid, como en las de toda España, un perfil de personaje que va surgiendo entre los distintos puestos . Un individuo que pregunta por el libro que tiene entre las manos, lo abre, lo cierra –raramente lee algún fragmento– lo vuelve a manosear y hasta afila la mirada sobre el canto como si el lomo fuese una mirilla con la que apunta al vendedor. Al final termina por dejarlo en su sitio y se marcha quizá porque al editor no se le ocurrió poner un nivel sobre el volumen cuando salió de imprenta. Nadie dijo que ser editor fuera un trabajo sencillo.
Valladolid son unas líneas de Corral Castanedo que rezan: «Esta es la casa donde vivo y muero. La ciudad y mi casa tienen los mismos ojos» y hoy se venden a diecisiete euros en una de los puestos de la plaza.