Protegen una antigua cueva de los últimos neardentales de Europa en Segovia

El Abrigo del Molino se trata de uno de los yacimiento arqueológicos más importantes hallados en el interior peninsular

Temporada de excavaciones en el yacimiento segoviano, en una imagen de archivo ICAL

ABC

Una gran estructura formada por barras de hierro protege ahora uno de los yacimiento arqueológicos más importantes hallados en el interior peninsular, el Abrigo del Molino, una antigua cueva donde vivieron los últimos neandertales que quedaban en Europa antes de su desaparición, hace 42.000 años.

Durante los últimos tres meses se ha levantado esta cerca gracias a una inversión de unos 38.000 euros de la Junta de Castilla y León , que lleva financiando trabajos en la zona desde que se descubrió el yacimiento en 2013 y que pretende próximamente «musealizar» del hallazgo.

Y es que a pesar del gran interés arqueológico y geológico de este yacimiento, ubicado en una ladera baja del valle del río Eresma, a apenas media hora caminando desde la Plaza Mayor de la ciudad, este permanece desconocido para buena parte de los segovianos.

Se trata de una de las excavaciones más importantes para el estudio de los últimos neandertales, no sólo de la Península Ibérica, sino de toda Europa, ya que estos grupos desaparecieron de norte a sur del continente, según explica en una entrevista con Efe uno de los directores del trabajo, el arqueólogo David Álvarez.

«Aunque las excavaciones son bastante recientes, está empezando a ser muy importante para analizar el proceso de desaparición de los grupos neardentales europeos y de cómo se produce la llegada de nuestros antepasados, los homosapiens», afirma.

Tres momentos de ocupación

Entre todas las capas de sedimentos encontrados en la cueva, se han hallado restos que evidencian tres momentos de ocupación de estos últimos neardentales, lo que convierte a Segovia en la única Ciudad Patrimonio de la Humanidad con un yacimiento de estas características dentro de su propio término municipal.

Los restos son, sobre todo, restos de animales que, por la forma en que sus huesos han sido fracturados, se sabe que fueron manipulados por el hombre, y de las herramientas utilizadas.

Restos de conejos, astas de ciervos, fragmentos óseos de uros (una especie de antecesor del toro que medía dos metros de alto), peces probablemente pescados en el río Eresma y, el que más ha llamado la atención de los arqueólogos, el esqueleto completo de un lobo, del cual sospechan podría ser uno de los primeros animales de compañía del hombre, lo que sería «un perro de hace 40.000 años».

No se han encontrado restos humanos porque estos grupos no morían dentro de las cuevas que habitaban, sino que eran enterrados en otra zona, o morían accidentalmente en otros lugares.

El abrigo que queda a día de hoy es una cueva de muy poca profundidad, colmada de sedimentos como consecuencia de las crecidas del río Eresma, que han dado mucha información a sus descubridores y directores de la excavación, David Álvarez y María de Andrés.

Años 80

En los años ochenta, un colector abrió el camino en la ladera por el que hoy se accede al yacimiento y destruyó la mitad de la cavidad original, de forma que quedó este abrigo descubierto con los sedimentos que la habían colmado, aunque no fue hasta 2013 que los arqueólogos descubrieron el yacimiento y empezaron a trabajar en él, informa Efe.

Y no sólo los arqueólogos, ya que el hallazgo se convirtió también en un fuerte reclamo para el mundo de la Geología, según confiesa en una entrevista el doctor en la materia e investigador del Instituto Geológico y Minero de España (IGME), Andrés Díez.

A través del corte, han descubierto sedimentos muy antiguos, entre los que se han hallado hasta fósiles de conchas y dientes de tiburón que corresponden al mar que se sabe que inundaba la península en el período cretácico hace unos 84 millones de años .

Pero lo más interesante para Díez es la huella que existe de las crecidas que se producían del río Eresma hace unos 50.000 años, de la cual se ha podido estudiar, gracias a la longitud de las ondas y el tipo de arena que las forma, la velocidad a la que iba el agua cuando inundaba la cueva: 860 metros cúbicos por segundo

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