Artes&Letras / Teatro

Un prometedor panorama de dramaturgos

Tres autores vinculados a Castilla y León, José Manuel Mora, Alberto Conejero y María Velasco, se suman a los nombres de veteranos de la literatura dramática, como Daniel Pérez y Roberto Lumbreras

Alberto Conejero, en una imagen de archivo A. A.

C. MONJE

Desde hace un lustro, jóvenes dramaturgos estrenan en España. Se trata de la generación de hijos de la Transición: autores nacidos después de 1977, que se han educado y escriben en libertad. Estos suceden a la pujante generación de los Mayorga, Liddell, etcétera, ya en su madurez, que crecieron con la Dictadura y empezaron a escribir sin censura. Algunos nombres, Lola Blasco, ganadora del último premio Nacional de Literatura Dramática, Paco Bezerra, Josep María Miró, José Manuel Mora, Alberto Conejero o María Velasco, los tres últimos ligados a Castilla y León.

La escritura de estos dramaturgos tiene puntos de confluencia dentro de la diversidad de contenidos y estilos. Se observa en todos una formación académica sólida, en escuelas de arte dramático o a la sombra de los autores mayores. Otra nota les caracteriza: el entorno inmediato que golpea su sensibilidad, desembocando en una escritura muy variada y personal, pero referida a temas contemporáneos, que desbordan los límites de lo local para adquirir una dimensión universal. Les distingue la búsqueda de renovados modos de enunciación, asimilables con las nuevas escrituras escénicas europeas.

Les distingue la búsqueda de renovados modos de enunciación, asimilables con las nuevas escrituras escénicas europeas

Esta cuestión formal habla de cosmopolitismo, que no solo se refleja en los procedimientos, sino que alcanza a contenidos. Su mirada se detiene en examinar problemas que afectan a la sociedad globalizada y multicultural. Unas veces como observadores de situaciones injustas que se reparten en los cuatro puntos cardinales, cuyos efectos se perciben en España, abordando temas de excluidos sociales y víctimas del sistema, con consecuencias antropológicas o existenciales: captan una realidad basta y universal, y se aproximan a cuestiones lacerantes con personajes de la cultura del descarte. Otras son sujetos afectados y adoptan una escritura autorreferencial.

Cabe citar, por último, la mirada distanciada: seleccionan situaciones y sesgan desde una posición social, pero no son didácticos, ni defensores de un teatro de agitación y protesta. Se quedan deliberadamente en la ostensión de los problemas, sin que esto signifique la adopción de los postulados del pensamiento líquido. El espectador extraerá las consecuencias.

Mora, Velasco o Conejero entran dentro de estas características y estrenan de modo habitual en Madrid. Los dos primeros bucean en su interior, aunque Mora sobre temas más existenciales (o esenciales), Nadadores nocturnos, Tormenta de nieve, La habitación luminosa o La hora oscura, y la segunda con temas que afectan a su biografía sobre los que se cuestiona, intentando dar respuesta a un mundo caótico (Líbrate de las cosas hermosas que te deseo, Si en el árbol un burka o La ceremonia de la confusión). Conejero busca temas en el exterior sobre los que vuelca inquietudes que le golpean (La piedra oscura, Todas las noches de un día o Ushuaia).

Sesgan desde una posición social, pero no son didácticos ni defensores de un teatro de agitación y protesta

Junto a representantes de esta última generación, dos veteranos, Daniel Pérez y Roberto Lumbreras. El primero con más de 30 obras escritas, muchas de ellas estrenadas, la más reciente La santa enamorada, el mejor texto dramático escrito en el año conmemorativo de Teresa de Ávila; otras a la espera como Tattoo que subirá al escenario esta primavera. Frecuenta el teatro juvenil, El primer perro del mundo, Alicia atraviesa el espejo o Alicia, obra con más de 500 representaciones.

Lumbreras posee una sólida obra, menos estrenada y con una escritura más tradicional. Pujante en los temas y buscando en la ironía o los límites de la tragedia los perfiles para despertar al espectador: Hasta que la boda nos separe, Matrioska o Nana para despertar a un amante.

En conjunto, un panorama más que esperanzador en la dramaturgia de Castilla y León.

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