Ignacio Miranda - POR MI VEREDA
Una plaza en el corazón
«Tiene el riosecano Carlos Amigo un aire de Cisneros moderno»
Afray Carlos Amigo acaban de dedicarle una calle en pleno corazón de Sevilla, junto al Palacio Arzobispal y a los pies de la Giralda, porque a un purpurado de su talla, física y humana, no procede ponerle lejos de la colosal torre almohade con campanario renacentista. Allí, el pasado lunes, día de la Anunciación, se congregaron, además del homenajeado, su sucesor al frente de la diócesis hispalense, el alcalde de la ciudad, numerosos presbíteros, cofrades, capillitas, pueblo fiel y hasta el dúo Los del Río, que remataron el acto con una canción «a capella» distinta de «Macarena». No era plan, desde luego, soliviantar a los hermanos de la Esperanza de Triana.
El pleno municipal del mes de diciembre acordó rotular su nombre en este tramo de vía pública, un reconocimiento al franciscano vallisoletano de Medina de Rioseco que, durante veintisiete años, ha estado como arzobispo al servicio de Sevilla, de su Iglesia y de todos los convecinos. Porque el cardenal se ha movido siempre bajo el carisma del santo de Asís: sembrar paz, hacer el bien, optar por los pobres. Su labor ofrece datos muy positivos, desde la estrecha relación con las hermandades, las visitas frecuentes a las parroquias, las predicaciones en la catedral y otros templos o la promoción del seminario, con la ordenación de más de cuatrocientos sacerdotes. La cercanía, en definitiva, de sacar a Dios a la calle en la tierra que hizo de nuevo cristiana nuestro paisano Fernando III
Tiene el riosecano un aire de Cisneros moderno. Fue prelado de Tánger, la única diócesis del norte de África, encomendada a su orden. También, a principios del siglo XVI, una de las grandes inquietudes de aquel cardenal de Torrelaguna, que expiró en Roa ya octogenario cuando iba a Valladolid para conocer al joven Carlos I, era ocupar Berbería, con gestas como la toma de Orán, luego plaza española durante casi dos siglos. Hoy don Carlos, con el verbo preciso y parsimonioso del castellano eterno, ha agradecido el honor: «Yo les tenía una plaza muy grande en mi corazón».