Artes&Letras / Arte

«Mi pintura habla de esa pequeña distancia que hay entre el goce y el sufrimiento»

El Museo Esteban Vicente de Segovia y la Real Fábrica de Cristales de La Granja han exhibido hasta el 4 de junio la exposición «más arriesgada e íntima» del artista segoviano cuando está a punto de cumplir medio siglo de creación

El artista Carlos León, junto a dos de sus obras A. TANARRO

H. DÍAZ

Está a punto de concluir en el Museo Esteban Vicente de Segovia la que será recordada como una de las principales exposiciones del primer semestre del año en Castilla y León. Siguiendo la estela de la muestra que el museo dedicó en 2016 a otro de los grandes artistas contemporáneos de la provincia, Alberto Reguera, de nuevo se centra en un segoviano (en esta ocasión, de adopción), Carlos León (Ceuta, 1948) para mostrar, junto a la Real Fábrica de Cristales de La Granja una de las exposiciones «más arriesgadas e íntimas» que se ha hecho de su obra. ABC aprovechó hace unos días la presentación del catálogo de «Estancias» para hablar con él de su trayectoria y de una muestra en la que además de pintura y ensamblajes exhibe por primera vez fotografía.

-Abandonó la carrera de Medicina para dedicarse a la actividad artística. ¿Tan clara tuvo entonces su vocación?

-No exactamente; la medicina me gustaba muchísimo, tenía verdadera vocación, lo que pasa es que pudo más lo otro. Cuando mi familia se fue a vivir a Valladolid para que yo estudiase, echaba mucho de menos los paseos que daba en Segovia. Un día descubrí unos pintores de allí que iban al campo a pintar en directo, y me hice su amigo y comencé a salir con ellos; eran Cuadrado Lomas, Gabino Gaona... Entonces mi gusto por la pintura se aceleró de una manera enorme. En 1968 yo tenía 20 años, y ya recuerdo que estaba haciendo mis primeras exposiciones colectivas, o sea que mi vocación y mi decisión de dejar la carrera y dar el consiguiente disgusto a mis padres fue mi contribución a mayo del 68.

-Años después llegan sus estancias en París, ¿hasta que punto le cambió su manera de trabajar?

-Llegué a París en 1972; entonces quedaba muy patente la influencia de los acontecimientos de mayo del 68 y había un ambiente muy insurrecto, de mucha actividad intelectual, creativa... En aquel momento, en París todavía vivía Sartre, estaban en plena actividad Michael Focault, Lévi-Strauss, Roland Barthes... Era un hervidero de cerebros. Para mí, París supuso comprender que la pintura no era nada sin una base teórica e intelectual suficiente.

-Y luego llegó Nueva York.

-En Nueva York viví en 1985 y 1986 y siete años más a partir de 1995. Cuando fui ya tenía un poco asentado mi estilo, mi voz, mi forma de trabajar, y pude entregarme a pintar mucho, y desde luego, la posibilidad de ver cada día cuarenta exposiciones de primera fila me dejó un poso decisivo.

-¿Qué artistas le influyeron entonces y lo siguen haciendo a día de hoy?

-¡Tendría que nombrar a muchos! Soy un artista de gustos muy amplios. Me gusta la pintura figurativa buena, la pintura abstracta, las instalaciones... Me gusta Bacon, y me gustan los figurativos actuales muy rompedores como Cecily Brown, pero al mismo tiempo sigo muy influido y enamorado de los grandes del expresionismo abstracto como Rothko, Pollock...

-Llegó un día que decide instalarse en Segovia, fuera de los tradicionales círculos artísticos.

-Segovia fue una elección muy pensada y creo que acertada. Por un lado, es recuperar toda la belleza que rodeó mi infancia; y por otro, está la proximidad con Madrid. Mi estudio de Segovia está más frecuentado por los profesionales de mi mundillo de lo que lo estuvo uno que tuve hace años en Carabanchel.

-Se ha mantenido siempre al margen de grupos y encasillamientos, ¿entendía que de alguna forma podían coartar su libertad creativa?

-Siempre he sido muy individualista. Creo que el trabajo del poeta y el músico es bastante solitario, pero mucho más el del pintor, y eso seguramente imprime carácter. Veo la creación artística como un trabajo muy solitario y no soy partidario de camarillas, ni tampoco de estrategias de grupo.

«La música determina muchísimo la marcha de un cuadro mío. Tengo una tremenda dependencia de ella»

-Llegó un momento en su etapa creativa que decidió dejar de utilizar la brocha y el pincel y recurrir a las manos.

-Fue poco a poco; un día metes la mano en la pintura, otro día quieres que no se te escape un detalle y metes los dedos, y luego descubres que pintas ya prácticamente todo con las manos. Me permite una precisión distinta; hoy me costaría muchísimo volver a coger una brocha.

-Declarado entusiasta de diversas artes como la música, la poesía, la danza... ¿Hasta qué punto se interrelacionan a través de su obra?

-Todo está muy unido. Con los años, pintar con música se ha convertido en mi método de trabajo, y tengo una dependencia tremenda de ella. Ésta determinará muchísimo la marcha de un cuadro mío. A veces, cuando para, me encuentro que el cuadro está prácticamente terminado.

-Entonces, ¿está seguro de cuando una obra suya está terminada?

-Es una pregunta imposible de contestar. Llega un momento en el que uno decide intuitivamente que más vale lavarse las manos, no seguir. A veces, un cuadro que has dado por acabado meses después lo retomas porque ves que no estaba como pensabas. Para mí, la primera sesión es decisiva. En ese primer día dejo todo prácticamente decidido, pero a veces meses después es cuando llegan ciertas correcciones, añadidos... El toque final.

«Para mí, la estancia en París supuso comprender que la pintura no era nada sin una base teórica e intelectual»

-Estabilidad y desorden, lleno y vacío... ¿Cómo pueden definir con estos adjetivos tan antagónicos su obra?

-¡Y utilizan muchos más! Lo gozoso y lo doliente, lo salvaje y lo refinado... Toda mi pintura, o tiene una base paisajística, o está dedicada a la carne en ese doble registro de lo gozoso, lo sensual, el dolor... Todo esto está junto en mi pintura de la misma manera que lo está en la vida. Mis obras hablan de esa pequeña distancia que hay entre el goce y el sufrimiento.

-Trabaja sin un dibujo previo, ¿tiene desde el principio claro lo que deseas transmitir?

-La pintura abstracta, tal y como yo la practico, se parece mucho a la música; tiene unas estructuras, una organización interior y unas atmósferas. Yo planto la primera mancha en la superficie blanca, y esa mancha va pidiendo cosas; es como en el ajedrez cuando abres la partida y un movimiento te llevará a otro, y ya no tienes escapatoria.

-¿Por qué eligió el título «Estancias» para su exposición en el Esteban Vicente?

-Lo pensé mucho. «Estancias» es una palabra que alude a tres cosas: las habitaciones, mis estancias en Nueva York y París y también las estrofas de un poema. Como en el museo las obras iban a estar divididas en habitaciones y en pisos distintos, me vino esa idea.

«Un día descubres que ya pintas todo prácticamente con las manos. Hoy me costaría mucho volver a coger una brocha»

-¿Qué periodo abarca?

-Es todo obra de los últimos años, y hay 20 cuadros hechos ‘ex profeso’ para la muestra. Supone lo más maduro de mi producción porque ha llegado en un momento en que noto que domino un poco más el lenguaje, que ya puedo expresarte con muchísima más libertad.

-¿Ha sido una forma de desnudarse ante el público?

-Desde luego, es la exposición donde enseño más. Presento por primera vez fotografía, unos experimentos que hice en Nueva York pintando sobre fotografías de revistas, y además hay dos espacios dedicados a los ensamblajes. En ese sentido, sí que es la más arriesgada, la más íntima.

-Ya que cita los ensamblajes, ¿qué le permite trabajar con chatarra que no obtiene de otros materiales?

-Los objetos que perdieron ya la función para la que fueron creados adquieren en los ensamblajes una nueva vida. Quizá es ese aspecto simbólico de un renacer y una redención lo que me resulta atractivo.

-¿Cómo entiende la pintura en el arte contemporáneo, donde parece que está perdiendo terreno respecto a otras disciplinas?

-En el mundo del arte contemporáneo se están produciendo unos cambios tremendos en todo: en el mercado, en las estructuras de difusión de una obra, la evaluación de los artistas... Han entrado en escena las grandes casas de subastas que son las que parecen decidir quién es quién. La pintura, en este maremágnum, no está de moda. Es más fácil tener éxito con una instalación que produzca entretenimiento, que es lo que buscan los museos, que con una pintura, que es una cosa que requiere un cierto esfuerzo de lectura, y en ese sentido está siendo un poco relegada.

-Que le sitúen dentro del grupo de artistas contemporáneos referentes, ¿le condiciona de alguna manera?

-Llevo 49 años dedicándome a esto en cuerpo y alma, he procurado no hacer otra cosa en mi vida y ahora veo un reconocimiento bastante especial de mi trabajo. Lo respetan mucho y también mi postura frente al mercado y las galerías. Eso se agradece y da gusto, pero nada más. Todo sigue igual; yo sólo tengo en mente conservar las fuerzas y la salud para pintar cada día más.

-¿Y hacia dónde cree que evolucionará su obra?

-No lo sé; noto que estoy en plena ebullición, que hay un deseo interno de evolucionar, de pegar un giro fuerte, pero ni yo sé hacia donde se va a producir.

-¿Y en cuanto a proyectos?

-Posiblemente expondré en el centro José Guerrero de Granada. Fui bastante amigo suyo y me apetece mucho, pero ahora no trabajo con ninguna galería en concreto, así que estoy en un estupendo momento de compás de espera, pero inspirado y muy activo.

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