Antonio Piedra - No somos nadie
Peor que la muerte
Otra vez este asco de política rastrera que en campaña electoral sólo piensa cómo hacer del horror rapiña para conseguir un puñado más de votos
De nuevo el terrorismo matón -yihadista o talibán da lo mismo uno que otro pues ambos conforman el mismo club de asesinos en serie- ha vuelto a matar, y se ha llevado por delante una vida joven en Castilla y León. Se trata del agente de policía Isidro Gabino San Martín Hernández -natural de La Bañeza, padre de varios hijos, y con destino en la embajada española en Kabul-, que voluntariamente se encontraba en Afganistán como el profesional de la paz que era. Todo lo demás -su entusiasmo, su juventud, sus conocimientos sobrados, su entrega generosa, su valentía conciliadora, su vida bien ajustada- se reduce a este ejercicio básico en un hombre como él: que allí donde iba, y esto acaban de señalarlo todos sus jefes y compañeros, sembraba la misma concordia placentera que crecía en sus adentros.
Descanse en paz, pues, este caballero que apenas le ha dado tiempo a contar sus días en tierras lejanas e inhóspitas. El soldado leonés pensaba que al final de su estancia en Afganistán -no más allá de dos o tres años, según sus cálculos- no harían falta más profesionales como él por una razón idealista: porque una misión paz es más arrasante que la guerra. Esto mismo, precisamente, lo pensaba un emperador como Marco Aurelio. Y luego lo adoptaron un montón de tratadistas en política y en moral como Bacon o Kant. A éste último lo citan ahora mismo algunos politicastros emergentes sin tener puñetera idea de lo que dicen y menos de las obras que escribió el genio alemán de Königsberg.
Al leonés San Martín Hernández, posiblemente, no le interesaran los pensamientos y las palabras de algunos políticos arribistas, y sí las razones de los que con él pilotan la paz, que es la práctica cotidiana de todo buen soldado. Razón suprema. No obstante, y en plena campaña electoral, observamos ahora mismo con qué sutileza trincona y miserable se pretende rentabilizar en las redes, y también en algunos medios, la muerte de este héroe y la de su compañero Jorge García Tudela: que si murieron así o asá, que si el ataque fue directamente a la Embajada española y no a la casa de huéspedes adjunta, que si se oculta la verdad o se dicen las cosas a medias.
¿Y qué más? Hay actitudes en la política española que hacen más penosa y deplorable la muerte. Otra vez este asco de política rastrera -tan propia de españoles cainitas- que en campaña electoral sólo piensa cómo hacer del horror rapiña para conseguir un puñado más de votos, y cómo vaciar de valor una muerte tan heroica. Muertes como la de este castellano y leonés dejan un rastro de vacío, destruyen al hombre, cercenan la paz, y nos dejan el mismo saber de boca e incapacidad que señalaba el padre de Isidro Gabino: «¿Por qué le ha tenido que tocar a él?». No hay respuesta. Estas preguntas de paz sólo las responden con su vida hombres de paz como Gabi.