Ignacio Miranda - Por mi vereda

Péndulo cárnico

Ahora niños que fueron rollizos, en su obsesión por la figura enjuta, rozan la anorexia

Antaño era el ojo del amo el que engordaba al caballo, pero también a acémilas y jumentos, que tanto ayudaron al hombre en el transporte y las faenas agrícolas, cuando las labranzas se medían en tiros de mulas antes que en hectáreas. Hogaño, como todo ha cambiado tanto, hay padres irresponsables que atiborran a los hijos con más comida de la necesaria, al confundir querer con cebar, de suerte que surgen casos preocupantes de obesidad, al alejarse tanto del biotipo del churumbel escuchimizado. Aunque el fenómeno, según los expertos, ha descendido respecto a finales del siglo XX en incidencia, pero no en la gravedad de los casos registrados. Es decir, entre los niños con sobrepeso hay cada vez más obesos.

Así lo explican los doctores Pablo Prieto y Montserrat Martín, de la Unidad de Endocrinología Pediátrica del Complejo Hospitalario de Salamanca, quienes tratan en su consulta a varios menores de diez y once años con más de cien kilos de peso. El origen hay que buscarlo en una «mala alimentación, que supone un problema educacional y social», pues tan solo el cinco por ciento de los pacientes examinados presenta un origen genético.

No obstante, las cifras de Castilla y León en obesidad infantil se hallan en la zona media de la tabla, que lideran Andalucía y Canarias y cierran País Vasco y Navarra.

Ambos médicos recomiendan una dieta variada que elimine las denominadas «calorías vacías», procedentes de refrescos, bollería y golosinas omnipresentes en la publicidad. Hemos pasado de merendar pan con membrillo a implarnos de Nutella, de manera que resulta muy difícil recuperar las hechuras magras. Luego, para remate, la falta de ejercicio por la dependencia de la televisión, de la tablet, santo y seña de nuestra sociedad de hábitos sedentarios. Con el apoyo de la actividad física sería posible reducir la obesidad infantil a los casos estrictamente genéticos. Pero cuidado, advierten los endocrinos, porque ahora niños que fueron rollizos, en su obsesión por la figura enjuta, rozan la anorexia. Somos un país de péndulos: siempre de un extremo a otro. Incluso en las carnes.

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