Guillermo Garabito - La sombra de mis pasos
Pedro 155
«Por fin (...) entre las muchas cosas que ha querido ser desde 2014 ha escogido la de ejercer como un hombre de Estado»
Por fin Pedro Sánchez entre las muchas cosas que ha querido ser desde 2014 ha escogido la de ejercer como un hombre de Estado. En los últimos días parece haberse dado cuenta de que hay dos únicas opciones ante lo de Cataluña: el 155 para devolver el imperio de la Ley o el ridículo más cómplice. Se le notó ayer en Valladolid donde habló del asunto menos tibio de lo habitual. «Que dos partidos como PP y PSOE estemos unidos en este momento, tiene que dar tranquilidad a la sociedad». Y tranquilidad no es que dé mucha, pero sirve.
Cuando el Senado finalmente lo apruebe, se mirarán Rajoy y él mientras la matrona les da la enhorabuena por la criatura. Ellos, salvo sorpresa mayúscula, volverán al tira y afloja partidista: «Tiene mis ojitos». «No, tiene mi nariz». Y la boquita de Rivera también... De los políticos, ante los desafíos contra la democracia, sólo se pide la unidad -ya no se les exige ni de ordinario-. Más cuando aquello que defendía Ortega de que el político «se ocupa» y el intelectual «se preocupa», lleva a preguntarse si alguna vez fue cierto.
Pedro Sánchez parece haber entendido a estas alturas del problema que sólo se puede estar con la legalidad y la democracia y eso pasa por la Constitución y en concreto por el 155. Algo más o menos de cajón si se salva a Pablo Iglesias. Pero no vaya a emocionarse tanto el lector, antes del final volvió a lo suyo que es la reforma de la Constitución. «El primer deber de un hombre de Estado es conocer la Constitución y aplicarla». La cita es de Aristóteles, no de Pedro Sánchez. No tuvo el día tan lúcido, aunque sorprendió. «El único partido de izquierdas que lo ha entendido es el PSOE», defendió. Y razón no le falta. Podemos ni está, ni se le espera. Entre tanto Sánchez ahora quiere ser hombre de Estado. Hay tantos Pedros como días en el calendario, por suerte ayer apareció la versión 155.