Ana Pedrero - Desde La Raya

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«A los que volvéis en estos días a Sanabria sólo os pedimos que la cuidéis. Que la tierra que amamos se llene de vida aunque los besos de momento se pierdan en la distancia, en las ganas, detrás de una mascarilla»

Ana Pedrero

He regresado a Sanabria, allá donde comienza mi vida. En sus orillas, en las aguas de su Lago se escriben todos los veranos; las noches de queimadas y lluvias de estrellas, algún beso furtivo, los amigos para siempre, el olor a tierra mojada, las tormentas, los primeros juegos, los rojos y naranjas del otoño; la nieve fría y el viento silbando en los inviernos.

He regresado a la Sanabria mágica que cada agosto espera a los hijos que tuvieron que buscarse el pan lejos y les cobija en su silencio y su calma. En las noches de luna llena, en los pañuelos negros de las mujeres que llevan escrito en el rostro el trabajo a destajo y la supervivencia en lo adverso. Mujeres que gobernaban la casa y trabajaban el campo con sus manos que jamás oyeron hablar del empoderamiento. Mujeres que labraron el futuro de sus hijos a mordiscos, extraordinaria raza de mujeres y matriarcas que se va perdiendo en los olvidos, la tierra y la soledad de las residencias. Sanabria, la Sanabria de mi niñez, de mis sueños, también cumple años, también muere un poco cada día.

Yo, que nunca tuve pueblo, regreso a Sanabria con la codicia en los ojos y en el corazón para recuperar mi vida en cada palmo, entre robles y castaños, entre los helechos, en las piedras aprendidas casi de memoria. Sanabria de leyendas y conjuros, de palabras que se pierden en el tiempo y susurran mi nombre.

He regresado a Sanabria donde también habitan las ausencias que me duelen. Con la tristeza de ver en ruinas el Bello Lago o la vieja Hospedería de Bouzas, donde las aguas son negras, más profundas. Los que éramos niños en el embarcadero y adolescentes quemando las primeras verbenas ahora somos puretas y son otros niños los que se bañan en los lugares donde la memoria me empaña la vista y me acelera el pulso. Y sonrío porque ellos son el futuro.

He regresado a la Sanabria que siempre abre los brazos, este año con la amenaza invisible de un virus que nos ha cambiado la vida a todos. Con el miedo a media voz y también con la esperanza de que pronto sea un mal sueño.

A los que volvéis en estos días sólo os pedimos que la cuidéis. Que la tierra que amamos se llene de vida aunque los besos de momento se pierdan en la distancia, en las ganas, detrás de una mascarilla. Pronto nos abrazaremos.

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