Ana Pedrero - DESDE LA RAYA
Todo es otoño
Ha venido el otoño sin pedir permiso, tiempo de contratiempo que nos ha robado la paz y la cordura, el calor del abrazo, el deseo y el beso. Otoño perpetuo ahora que el mundo siente frío, hojas muertas bajo los pies, arenas movedizas.
Es tiempo de vendimia, de pintar amarillo y rojo los árboles y enredaderas y desnudarlas sin prisa bajo el sol remolón de las tardes, que acaricia pero no quema. Este crepitar de hojarasca que resuena con mis pasos, este caer leve de las hojas cuando el viento llama con sus invisibles nudillos a mi puerta, cuando silba canciones tristes y azota mi persiana en las noches sin sueños, tan largas.
Ha venido octubre galopando en nubes cárdenas y cielos oscuros; otoño revuelto, rebelde, calco maldito de la primavera confinada. Tormentas, agua que regresa al agua, del cielo al Duero, de lo alto a los ríos, de lo azul a una tierra con la lengua seca, con sed acumulada del estío y tantas preguntas en el aire que se lleva el mismo aire sin respuestas.
Tantas guerras y desencuentros, este tira y afloja de las vanidades, el ego y la estupidez, la peor pandemia, que le pone siglas a la enfermedad y convierte en política la supervivencia, el bienestar de todos, el equilibrio entre vida y economía -el corazón o la pasta-, la razón y la prudencia, la solidaridad que debería hacernos fuertes frente a un enemigo que nadie conoce pero nos acecha a todos. Cuánta mediocridad, cuánta inoperancia, cuánta mezquindad en el discurso, mientras tantos hombres y mujeres se juegan la vida por nosotros en los hospitales a cambio de nada; mientras en la calle medimos las distancias con el miedo en los ojos y las sonrisas presas. Esto no era lo previsto.
La tierra se viste de otoño y sobreviven las almas sin renunciar al verde perenne de los cipreses. Pulmón, bocanada, esperanza tan necesaria ahora y siempre. Verde que llama a nuevas primaveras ahora que todo es incierto, que no sabemos si vamos o venimos, que somos, nos sentimos, cifras, estadística, monedas de cambio, convidados de piedra en el fuego cruzado de unos y otros mientras se tiran los trastos a la cara con la dignidad por los suelos.
Pero nosotros somos como la piedra. Siempre en pie, siempre esperando.
Todo es otoño desde marzo.