Ana Pedrero - DESDE LA RAYA

Reencuentro

«Todo lo ha descuadrado, sin ser invitado, el invisible virus que mantiene en un halo de irrealidad lo conocido, nuestro mundo»

Ana Pedrero

Echo de menos escribir desde el día en que supe que la columna se tomaba vacaciones en agosto, para comenzar nuevo curso en septiembre sin reválida, sin anestesia; este bis a bis sin mascarilla, este mirador por donde asomarse al oeste de una tierra de frontera.

No ha sido de vanidad mi pecado, que ha sido de nostalgia, de proximidad, de cercanía, por la sabiduría que me dan tantos miles de lectores que desde la distancia ven estos paisajes, nuestra realidad, a través de mis ojos, y la debaten, y me hacen crecer. Por la codicia de aprender, de sentarme cada semana y realizar un examen de conciencia; por echar mano de cabeza y de tripas para resumir en menos de cuatrocientas palabras el millón de cosas que querría decir y casi siempre se me olvidan.

Me hubiese gustado contar que se cumplieron las predicciones, que el calor de agosto fulminó al bicho; escribir ahora desde La Puebla de Sanabria viendo cómo bailan los gigantes por sus calles empinadas; contar que las tardes de septiembre son mágicas en el santuario de La Alcobilla, entre sus castaños milenarios. Me gustaría estar preparando la maleta para cubrir la feria taurina de Valladolid y tapear por sus casetas, y después enlazar con Salamanca, hablar de toros en los coloquios en el Casino y perderme de noche por sus piedras doradas, que guardan mis secretos.

Me hubiese gustado contar que no ha ardido ni un palmo de terreno en nuestras comarcas, que el sector de la hostelería gozase de ocupación completa, que han sido unas vacaciones felices y sin miedo, que nuestros mayores están ya libres y seguros en las residencias. Me hubiese gustado escribir de la antigua normalidad recuperada, de la cordura que debería imperar en nuestros políticos y su forma de gestionar esta pandemia sin condenar a la muerte al mundo de la cultura. De ocupación cero en los hospitales, de los abrazos de las familias, de los jóvenes que pelan la pava sin ocultar los primeros besos de sus labios detrás de una mascarilla.

Pero todo lo ha descuadrado, sin ser invitado, el invisible virus que mantiene en un halo de irrealidad lo conocido, nuestro mundo. Aun así, abro la ventana al aire nuevo de septiembre, que en este primer sábado trae la caricia de un abrazo en la distancia, la promesa del otoño, la alegría del reencuentro.

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