Ana Pedrero - Desde la raya

Querido José

Estamos en manos de dictadorzuelos que intentan borrar la memoria, el poso cultural, la sangre y leyenda que tejen vuestros nombres

Ana Pedrero

La mano derecha acariciando el último sueño del amigo muerto, los veinticinco recién estrenados, el cetro del mundo en las muñecas. La mano izquierda contra las sienes propias, amparando, conteniendo la impotencia, el dolor, el frío silencio de una enfermería; el mal fario, el presentimiento, el olor a cera en el aire. Mientras, en Sevilla, a la Macarena la vestían de luto y lloraba lágrimas de verdad.

Hace cien años un día como hoy, un 16 de mayo, el toro Bailador mataba en Talavera de la Reina a un torero. José Gómez Ortega, Joselito el Gallo, el sabio, el gran arquitecto del toreo, entraba en la leyenda.

Es el llanto eterno de Ignacio Sánchez Mejías por José. Lágrimas de poeta. Poco tiempo después sería Lorca -querido Federico- quien llorase a Ignacio en una de las más bellas elegías que se han escrito nunca. Eran las cinco en punto de la tarde. Las mujeres cantaban la desgracia en romances, los periódicos vomitaban tinta y dolor.

Antes de que una pandemia paralizase el mundo, el tiempo se detenía cada 16 de mayo en todos los paseíllos. Es la memoria de José, aquel prodigio mental y físico que vistió a España de negro cuando el país sólo se dividía en Belmontistas y Gallistas; antes de que la derecha y la izquierda más fanática nos rompiese por el medio a todos. Asco de extremismos y de quienes los resucitan.

No sé cómo contarte, querido José, que hace apenas tres años caía en la arena un torero de Segovia, Víctor Barrio. Y después Iván, el eterno león. Que hay gentuza que baila sobre sus tumbas impunemente; que han vejado y amenazado a una mujer, su joven viuda, sin que ni una de esas miles de mujeres a las que se les llena la boca con la sororidad hayan levantado la voz. Que en esta democracia por la que tanto luchó este país, nos niegan a los taurinos la libertad de serlo. Que estamos en manos de dictadorzuelos que intentan borrar la memoria, el poso cultural, la sangre y leyenda que tejen vuestros nombres. Que quieren reescribir la Historia a su medida, despojarnos del alma, arrancarnos la piel, lo que somos, lo que amamos.

Pero es 16 de mayo. Cierro los ojos y más allá del llanto del mundo escucho como lluvia sobre la tierra las lágrimas de Ignacio. Un siglo después, la Historia habla de vosotros. Eterno, querido José.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación