Ana Pedrero - Desde La Raya

Pelotas de ping pong

«Perdidos unos y otros en sus batallas, los de a pie asistimos a su pulso de poder en una pandemia sometida a siglas y judicializada»

La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, junto al presidente del Gobierno, Pedro Sanchez ALBERTO DI LOLLI

Ana Pedrero

Tengo la sensación de que los ciudadanos somos como pelotas de ping pong en un partido donde recibimos leña por todos los lados, donde sólo tenemos derecho a ser golpeados, lanzados como misiles. Pelotas de frontón, de tanta tradición en mi tierra, a las que nos dan a mano abierta o con el puño cerrado; pelotas que acaban estrelladas siempre en la misma pared; tan duras que no se rompen, que continúan de acá para allá impulsadas por los manotazos de quienes se disputan la gloria en una cancha, una mesa de juego, un tablero o un hemiciclo.

Octubre llega con aires de marzo, los mismos ecos de incertidumbre, ese no saber qué va a pasar mañana; con el dolor añadido de miles de muertos, abrazos robados, sonrisas escondidas, reencuentros que no serán, besos pendientes, canciones en el silencio. El pueblo español, mi pueblo, mi gente, hemos sufrido un largo confinamiento con el desgaste emocional, físico y económico que conlleva; hemos hecho de las mascarillas un mandamiento; hemos cumplido las normas, a veces tan contrapuestas, tan de ida y vuelta como esas pequeñas pelotas blancas que parecen crujir en las paletas de los jugadores. No sé qué ha fallado.

Octubre llega con la fiesta del Pilar sin alegría; la hermosa Toro sin su Vendimia, que es como cortar las cepas de raíz, poner a funcionar a un corazón sin latidos. Perdidos unos y otros en sus batallas, los de a pie asistimos a su pulso de poder en una pandemia sometida a siglas y judicializada, pelotas de ping pong en el juego de la vida.

Tengo la amarga sensación de ser una de esas miles de minúsculas esferas que andan disparadas en esta España que no es capaz de unir a quienes la gobiernan ni siquiera ante una causa tan terrible como la que vivimos; que los ciudadanos se transforman en proyectiles, todos contra todos, con la ira, con el miedo, con la rabia a las espaldas.

Este oeste Vacío se queda aún más vacío en el puente sin puente; más muerto su turismo y su hostelería; más solos los que esperaban a sus familias, más aislados sus pueblitos. Más cansados los médicos, que son los únicos que deberían hablar; más llenos los hospitales, más seguros los madrileños, más cercado el virus, quiero pensar. A esa esperanza me aferro, mientras dirimen quién la tiene más larga.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación