Ana Pedrero - DESDE LA RAYA

No era esto

«No era éste el retiro feliz, el merecido descanso de nuestros mayores, los que han vivido dando»

Ana Pedrero

No era esto lo acordado. No era esta la hoja de ruta para nuestros padres y abuelos, para los jóvenes, para los niños. No preveíamos esta parada obligatoria en una estación sombría donde se ha detenido el mundo, donde se han parado todos los relojes a la vez. No era esta la justicia, la igualdad que reclamábamos para la España Vacía, ahora vacía por sus cuatro puntos cardinales, como si la vida nos hubiese borrado a todos la agenda de repente.

No era éste el retiro feliz, el merecido descanso de nuestros mayores, los que han vivido dando. Fueron niños, jóvenes de la mísera posguerra, víctimas, supervivientes de un país fragmentado que recompusieron dejándose la piel y el alma. Un país cuyas heridas cosieron con trabajo y sudor, con amor y sacrificio, cimentando casas, familias, vidas nuevas. Un país al que le devolvieron la paz, el pan, la libertad y la palabra perdonando, mirando hacia adelante.

Fueron los rescatadores domésticos de la última crisis, cuando el dinero fue a los bancos y los abuelos se hicieron cargo de los nietos y estiraron sus pensiones como el chicle para toda la familia. Son los custodios de lo que somos, de lo que sentimos, la tierra, el surco, donde se hunde nuestra historia, nuestra sangre.

No era esto. Un país, unas administraciones que andan como un pollo descabezado jugando al sálvese quien pueda mientras manda a sus mejores soldados a una guerra sin escudos; una sociedad endiosada que los retira como a un cacharro viejo, que los confina a cadena perpetua en el silencio de los pueblos pequeños, en el lavado de conciencia de una buena residencia allá hasta donde les llegue la pensión. Una clase política indecente que aún no ha efectuado una sola renuncia a nada, que no ha sabido hacer sus deberes, mientras los ciudadanos y tantos héroes sin capa le salvan la cara con su solidaridad, con espíritu generoso.

No era esto. No son números, no son cómputos de dos cifras que establecen una frontera entre el derecho a vivir o no, en el miedo permanente, en un punto final en soledad en un hospital desbordado. Porque son la memoria de la vida, los pilares de la tierra, de la carne y del hueso, el corazón, la ternura, la huella, el beso. No era esto.

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