Ana Pedrero - DESDE LA RAYA

Nieve de abril

«Abril, mi mes favorito; el de las lluvias locas, las tormentas, la vida. El más rebelde, el más guerrero, que nos trae la alegría de la Pascua, las romerías»

Nieve en la localidad leonesa de Isoba ICAL

Nieva en abril, pero la primavera se ha posado ya sobre los almendros , a la vera del Duero; los árboles visten de verde y esperanza la desnudez de este invierno que dura más de dos años en el latido común. Los corazones se disparan, casi galopan, mientras caen los días de Cuaresma; la ciudad espera procesiones, canta reencuentros para los eternos exiliados de la España Vacía. Zamora vacía abre sus brazos y pueblos perdidos.

Abril viste de blanco. Abril, mi mes favorito; el de las lluvias locas, las tormentas, la vida. El más rebelde, el más guerrero, que nos trae la alegría de la Pascua, las romerías. No debería nevar en abril, pero marzo vino mayeando, floreciendo, como si la tierra se hubiese dado la vuelta, todo del revés.

Amanece triste. Salamanca es mucho más pobre con la muerte de Alberto Estella , amigo, maestro, y en el cielo de los periodistas luce la eterna sonrisa de Celia , tan temprano. La guerra, que prometían breve, se ha hecho un hueco en lo cotidiano, en este mundo de locos donde nada parece estar en su sitio.

Pero la gente muere de verdad. Comemos muerte con las noticias; quizá nos acostumbremos a pasarla con el pan. Puta guerra.

Los camiones hacen sonar sus cláxones; el campo se ha levantado sobre sus rescoldos, la protesta es clamor. Los coros cantamos por la paz y el saber deja de ocupar lugar en las escuelas. Nos quieren borregos, adocenados, incapaces de ubicar al Sáhara en el mapa y en la memoria.

Hollywood tiembla por sus cimientos por un bofetón, violencia de alfombra roja mientras comemos palomitas. Repaso, escribo, pienso todo lo que nunca me gustaría escribir.

Desde las ventanas de casa adivino esta primavera que se nos niega, las torres de piedra que sobreviven a la modernidad. Daría dinero por recuperar las sonrisas, los pasos perdidos en este tiempo que nos robó los besos, las noches, el recreo de los niños, las verbenas del verano, el boca a boca, el verso a verso, la caricia.

Nieva en abril, la tierra se enfría como un cadáver en un campo de batalla y el cielo gana estrellas, ya tantas.

Zamora se pone guapa para la Semana Santa. Y me pregunto si realmente este mundo merece que un dios, un hombre, muera por lo que somos en una cruz.

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