Ana Pedrero - DESDE LA RAYA

Mover las losas

Dejemos a los fantasmas que algunos quieren resucitar en el vientre de la tierra

EFE

ANA PEDRERO

Recuerdo la muerte de Franco como algo grave que se palpaba en el ambiente, pero también como algo festivo. Todo lo festivo, inocente y carente de ideología que puede ser que a una niña de seis años la manden del colegio a casa durante tres días. Mis padres y abuelos forman parte de esa inmensa y generosa nómina de españoles que decidieron sepultar bajo la losa del Valle de los Caídos el miedo, el pasado, la guerra y sus secuelas. De sus atrocidades a uno y otro lado de la contienda, con el tiempo aprendería que el fratricidio solo trae horror y muerte, solo empobrece, nos mata a todos. Fue el tiempo el que me enseñó también que bajo esa losa se sepultaban cuarenta años de silencio, de represalias, mordazas y pensamiento único; de vencedores y vencidos, de rojos y azules muchas veces entre la misma sangre. Recuerdo los viejos pósteres con el último mensaje de Franco y el primero del Rey y aquellas imágenes en blanco y negro en la tele única. España estaba de luto oficial, aunque se preparaba para tiempos nuevos y celebraba la libertad de forma extraoficial. Aquella libertad sin ira.

Soy hija de la Democracia. Hija de la España plural que nos ha dado a todos la voz y la palabra. Esa España que enterró definitivamente a sus viejos fantasmas en el subsuelo y en la extraordinaria capacidad de superación y de perdón de nuestros mayores. Algo que ignoran las nuevas hornadas de cachorros radicales de uno y otro signo, nacidos ya en un tiempo en el que sus padres y abuelos se dejaron los dientes y el alma para reconciliar a una sociedad fragmentada por la médula. Palabras que hubieran tenido significado en las generaciones víctimas de aquella España oscura y empobrecida que se encontraban a cara de perro con los asesinos por la calle, sobre todo en ciudades pequeñas como la mía. No han aprendido nada, nada, de quienes nos alumbraron el camino.

Franco reposa junto a la mujer que amó en un lugar donde su familia puede honrarlo en la intimidad. Algo que miles de españoles no han podido hacer con las víctimas de su régimen, cuyos huesos continúan dispersos en tierra de nadie. Dejemos a los fantasmas que algunos quieren resucitar en el vientre de la tierra. Una tierra que nosotros alimentamos de lucha y esperanza bajo las pesadas losas del día a día, esas que tanto cuesta remover, que son las que de verdad nos entierran, nos roban el aire.

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