Ana Pedrero - DESDE LA RAYA

La merendola

«Las instituciones, los partidos, los hacen cada día las personas. Personas que pueden gobernar, hacer las cosas de muy distinta manera incluso bajo las mismas siglas. En Zamora está ocurriendo»

ICAL

Ana Pedrero

A instancias de su presidente, Francisco José Requejo, el equipo de Gobierno de la Diputación de Zamora, integrado por Cs y PP, ha anunciado la supresión de una cena fría que se servía en el Palacio Provincial, mirador privilegiado para contemplar el cántico del Miserere en la noche del Jueves Santo. En su lugar, la institución abrirá sus balcones a personas de movilidad reducida, que podrán asistir así a uno de los momentos mágicos que perpetúa mi tierra año tras año.

El ágape, vendido en su día como una promoción de los productos de la tierra para atender a las autoridades que visitan Zamora, generaba controversia desde que Fernando Martínez Maíllo lo instaurase.

Controversia económica, denunciada en reiteradas ocasiones por la oposición, aunque su formato se modificase apelando al coste cero de la marca Alimentos de Zamora. Controversia social, porque nada hay que se aleje más del espíritu, de lo que esta ciudad vive en esos días que una merendola de altos vuelos; una reunión de compañeros de filas con la autoridad nacional de turno que bien podría ser atendida con un simple café y unas pastas a la espera de la procesión.

La madrugada del Jueves Santo al Viernes Santo es una madrugada ya de por sí desvirtuada en la que se alterna la penitencia y la más popular cofradía con un macrobotellón callejero que a quienes vivimos, sentimos, amamos esta tierra humilde, nos revuelve las tripas. Una madrugada en la que nadie duerme; unos porque están de farra mientras el mundo se prepara para el Misterio de la Muerte; otros, acompañando a Jesús Yacente o esperando a que el primer Merlú convoque a vivos y muertos a La Congregación.

En la noche del Jueves Santo, los zamoranos y quienes nos visitan aguantan a pie firme en las aceras; aguardan a la madrugada hasta que el sobrecogedor Miserere rompe en centenares de gargantas y abre los cielos. Esa noche, los zamoranos tenemos ya los pies destrozados de callejear; usamos zapato plano para no castigar más tanto cansancio acumulado; vestimos las invernales «capas de cebolla» para desafiar la gélida madrugada. Nada que ver con los tacones imposibles, el joyerío, las lentejuelas, el postureo que algunos de los que se dejaban caer por la recepción mientras muros afuera miles de personas vivían con emoción el paso de Cristo Muerto ante sus ojos.

Las instituciones, los partidos, los hacen cada día las personas. Personas que pueden gobernar, hacer las cosas de muy distinta manera incluso bajo las mismas siglas. En Zamora está ocurriendo. Y ante esta decisión del presidente de la Diputación y su equipo de Gobierno, por su sensibilidad, por su respeto, solo puedo dar las gracias como ciudadana, como zamorana, como creyente y como semanasantera. Así sí.

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