Ana Pedrero - DESDE LA RAYA

Llueven cadáveres

«537 muertos, esa cifra terrorífica, esa rutina sin alma en la que hemos convertido el doloroso tributo que España está pagando a esta puta enfermedad»

Ana Pedrero

¿Imaginan dos aviones llenos de pasajeros cayendo a diario sobre nuestras cabezas y estrellándose en el campo de al lado? ¿Imaginan doscientos, trescientos, hasta quinientos muertos esparcidos sobre el suelo cada día?. Como la famosa canción «It’s raining men». Así, lloviendo, muertos, aviones. Llovidos del cielo, por centenares.

Muertos sin sangre, sin tragedia, duelos a puerta cerrada y silencio. 537. Esta semana en España en un sólo día el Covid se ha llevado a 537 personas. El pico, la cima, el récord. Un número. Pero es que el día anterior, y el anterior, y el de antes y el de después, las cifras superan los trescientos muertos, un día y otro día, lloviendo hombres y mujeres, lloviendo cadáveres invisibles en la lluvia de este otoño que no parece otoño. Y tengo la sensación terrible de que nos hemos acostumbrado a la cifra, al dato, al cómputo; que hemos olvidado la representación, la tragedia, la catástrofe, esa lluvia de aviones estrellados a diario y de cadáveres que, salvo que nos toquen la sangre o nos rompan el alma, continúan siendo un número abstracto entre la población. La cifra del día, el cupón de la Once. 537. En Castilla y León, un tercio de los 2.248 municipios de la Comunidad no llega al centenar de vecinos. Los hay de 3, de 15, de 20, de 80... distribuidos en una zona en la que si algo nos sobra es eso: tierra y distancia. Y otros 1.100 pueblos más cuentan con entre 101 y 500 habitantes. Cualquiera de ellos no llega a los 537 vecinos; a los 537 muertos, esa cifra terrorífica, esa rutina sin alma en la que hemos convertido el doloroso tributo que España está pagando a esta puta enfermedad. Pueblos que, por no tener, no tienen ni bar ni teleclub; pueblos tan despoblados que da la impresión de que hay más enfermos que vecinos censados, más mortajas que trajes de domingo.

537 muertos, hombres, mujeres, abuelos, abuelas, padres, madres, hermanos, hijos, primos, tíos, amigos del alma, profesores, sanitarios, vecinos, compañeros de clase.

537 personas que hace nada no podían imaginar que ellos mismos serían parte de esa cifra terrible que está barriendo a nuestros mayores; vaciando más nuestros pueblos vacíos y el alma y la conciencia de quienes siguen con sus botellones a escondidas.

Llueven aviones, llueven cadáveres. Y aquí, en la tierra ya ni siquiera miramos al cielo, caiga lo que caiga.

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