Ana Pedrero - Desde la raya

Guaridismo, no comunismo

No, no es que Zamora se haya vuelto loca de repente, ni comunista, ni que ondeen la hoz y el martillo en las azoteas. El efecto Guarido tiene que ver más con la persona

El alcalde de Zamora, Francisco Guarido (IU) ICAL

Ana Pedrero

Zamora, tradicional feudo del PP, se convertía en noticia por la mayoría absoluta de su alcalde, Francisco Guarido, el único edil de una capital de provincia de IU en España. Miles de tuits, memes y llamadas hacían referencia a ese giro a la izquierda de una ciudad que lleva demasiados siglos dormida, cercada en sus piedras y en su muralla, asentada en una placidez que la ha llevado a la ruina. Para quienes no viven en una ciudad pequeña, quizá no sea tan acusada la diferencia entre hacer política municipal y política nacional, política de partido. En núcleos como Zamora, donde todos nos conocemos; donde Santa Clara, la calle principal, es una especie de escaparate donde si no te paras al menos veinte veces no eres nadie, la diferencia estriba en dos conceptos básicos: cercanía y honradez.

No, no es que Zamora se haya vuelto loca de repente, ni comunista, ni que ondeen la hoz y el martillo en las azoteas. El efecto Guarido tiene que ver más con la persona, con el aura que desprende Francisco Guarido, a quien todo el mundo llama Paco, cuya primera medida fue ajustar su sueldo como alcalde al que tenía como conserje de un instituto de Secundaria. Su victoria no reside en la ideología, sino en su forma de hacer las cosas.

Con miles de votos del PP desviados hacia Paco Guarido, la diferencia en las urnas la marcaron sus modos y costumbres. Paco es un hombre sencillo, de trato cercano, serio pero siempre afable. Después de muchos años ejerciendo una oposición férrea en el Ayuntamiento, el trabajo de Paco era fruto de muchas horas revisando papeles, rastreando hasta el último céntimo de las arcas municipales. Un militante coherente y moderado que es capaz de ponerse en los zapatos de sus adversarios políticos sin renunciar a su ideología. También ha sido el único que no ha vendido sus siglas a la extrema izquierda a la que el presidente Sánchez abraza sin pudor, ya curado de sus episodios sin sueño. A mí personalmente me lo quita.

Zamora no se ha vuelto comunista. Los zamoranos mostraron en las urnas su hartazgo ante la corrupción de los grandes partidos, ante las nefastas políticas que han vaciado esta tierra, corazón de una España ya Vaciada. Y Zamora, hija de Viriato al fin, despertó en las urnas y se declaró Guaridista, que no comunista, de corazón.

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