Ana Pedrero - Desde La Raya

Comunera y rebelde

«Esta Zamora del Oeste sufre aún hoy las desigualdades de una tierra que debería ser más justa en el reparto de oportunidades, que quedó excluida desde Madrid del progreso mucho antes de la España de las Autonomías»

Río Duero a su paso por Toro (Zamora) Ical

Ana Pedrero

Hace cinco siglos la sangre de los comuneros teñía de rojo los campos de Villalar, donde fueron alcanzados por los afines al emperador Carlos I cuando se dirigían hacia Toro. Padilla, Bravo y Maldonado eran decapitados y quedaba extinguido el primer movimiento del pueblo contra el poder absoluto, sin el pueblo. Más aún: contra quien venía a gobernar y a pelar las arcas sin siquiera hablar su lengua, nuestra lengua. Nos enseñaron que era una derrota pero hoy, quinientos años después, la historia habla de ellos. Esta tierra nuestra, la que nos mueve y nos duele, honra su memoria allá donde la empapó su sangre. Quizá por eso es ahora cuando florecen las primeras amapolas, que nacen donde quieren, libres, sólo acariciadas por el viento.

Castilla y León la conformamos dos pueblos unidos en una Comunidad, respetando y reconociendo dos identidades pero también un pasado común. A los castellanos y leoneses es más lo que nos une que nos separa, si somos nosotros quienes erigimos muros. Escribo desde esta Raya del antiguo Reino de León, frontera natural con la dulce hermana portuguesa; esta Zamora que también era la Castilla comunera y rebelde, cuyo Obispo Acuña fue el cuarto mártir de la voz del pueblo y cuya catedral dio reposo a los líderes de la revuelta.

Zamora, que en su propio paisaje, su geografía y su cultura aúna esa irrenunciable identidad leonesa con el sello castellano de su Tierra de Campos; donde conviven la gaita de fole con la dulzaina; el relieve de la montaña con la llanura de cereal; el llionés cerrado y el castellano más puro; la piedra y el adobe. Bendita la suma, el mestizaje de los pueblos, aunque lluevan palos por ambos flancos.

Esta Zamora del Oeste sufre aún hoy las desigualdades de una tierra que debería ser más justa en el reparto de oportunidades, que quedó excluida desde Madrid del progreso mucho antes de la España de las Autonomías y olvidada también desde Valladolid, aún tan cerca. Quizá sea bueno recordar ese pasado comunero, arder en rebeldía, alzar la voz contra quienes nos gobiernan sin cetro y sin corona, que a veces parece que hablan distinto idioma, que no nos conocen ni reconocen en la fortaleza de un castillo ni en el rugido del león.

Honor eterno a quienes dan su vida por la libertad, única patria del hombre.

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