José Gabriel Antuñano - El callejón del gato
Patochadas de Carnaval
«La patochada canaria no se reduce al ámbito de las creencias religiosas, ni de la libre expresión, se inscribe en la desconsideración y agresión a la libertad de pensamiento y actuación de la persona»
Coincidió la presentación del excelente libro «Memoria y gratitud», de Ricardo Blázquez, cardenal y arzobispo de Valladolid, con la majadería carnavalesca de Las Palmas, aplaudida por el alcalde socialista de esa ciudad y felicitada por los grupos municipales, incluido el Popular. Con sentido común y cargado de razón, afirmó que la libertad individual y de expresión termina, donde invade la libertad y legítimos derechos de los demás. Poco que añadir a estas palabras, pero mucho que decir ante quienes alimentan ese tipo de expresiones que hieren a amplios colectivos, so capa de defensa (?) de manifestaciones externas de formas de pensar. La patochada canaria no se reduce al ámbito de las creencias religiosas, ni de la libre expresión, se inscribe en la desconsideración y agresión a la libertad de pensamiento y actuación de la persona. Es un hecho perturbador de la convivencia y favorecedor de conductas próximas a la confrontación y la homofobia.
Pero más allá de acontecimientos singulares, resulta más lacerante la actitud de cuantos alientan este tipo de conductas, y recogen en programas de partido, movidos por un afán de revancha casposa, descontextualizada e ignorante de la labor social de la iglesia, donde la acogida a refugiados e inmigrantes entre otras que practican, se apoyan en creencias y actitudes solidarias con iniciativas que, ni de lejos, gobiernos y partidos fomentan. Junto al revanchismo, la exclusión (el gueto) algo muy propio de sociedades intolerantes y fascistoides, donde lo que no se aviene a ideologías próximas, no merece consideración y debe abolirse por la fuerza, la intimidación o la intolerancia. Se trata de vencer, amparados en la fuerza, incapacitados para dialogar y convivir con lo que no se comparte.