Antonio Piedra - No somos nadie
Pasta adelante
Todos sabemos que lo único que interesa a los separatistas y golpistas catalanes es la pasta
Todos sabemos -incluso desde Castilla y León que fue la primera nacionalidad que se lanzó al ruedo de la unidad y de la solidaridad universales para formar tras el medievo una gran nación moderna, la primera, que se llama España- que lo único que interesa a los separatistas y golpistas catalanes es la pasta. Aquí en la Meseta lo decimos de un modo tumbativo: que el dinero no falte y trampa adelante. En Cataluña son mucho más directos y se hila con este dicho popular que va a la pastuza gansa y a la carta: «Barcelona és bona si la bossa sona», Barcelona es buena si la bolsa suena. Todo un milagro del tintineo dorado que las ramblas amplifican.
Si la chequera suena, todo es soportable. Incluido un referéndum de coña como el del 1-O. Y es que no hay cosa tan firme como el dinero por razones estrictamente patrióticas. Lo estamos viendo en estos días de separatismo trincón y de golpismo obsceno y roñoso donde la felicidad absoluta se expresa en balanzas de pagos, en prosperidad sostenida, y en impresoras republicanas, modelo Samsung, para hacer dinero contante y sonante. Lo retrógrado del caso es que no tienen ni pizca de originalidad, pues se trata de una vieja receta -la del guirlache- que ya usaba la novela picaresca española en las Navidades y fiestas de guardar cuando escribía: «Mejor es hombre necesitado de dinero, que dinero necesitado de hombre». Ni comparación, querido Jordi.
Los pilares básicos de la conexión catalana -eso de la desconexión o ley de transitoriedad es un cuento chino para hacer caja a las cinco en punto de la tarde, hora torera- se reducen a bien poco: a pasta progresista en vena que discurre por los cauces del Ebro y del Llobregat con autodeterminación mediterránea. O sea, a geografía embargada o sustraída de la histórica Hispania. Los grandes capos de la política catalana viven impunemente del 3% amansando descomunales fortunas. Los capitostes medianos -los diputados del Parlament ahora abolido y los del Congreso madrileño en funciones- trincan del presupuesto general como los avaros que van mil veces al mercado. Los culturetas de la impostura histórica y sociológica ponen el cazo como el sacristán que cantando vienen y cantando van. En cuarto plano quedan los nativos y charnegos bailando la sardana para conjurar a la España que nos roba.
Todo un atasco monumental que, hasta ahora, sólo los yihadistas han sido capaces de despejar en un pispás y con cierta solvencia. Puigdemont, Junqueras, Tardá, y el payaso de la impresora, no son más que la retórica débil de la pasta que ignoran su verdadera procedencia: que el dinero se lo damos el resto. Los Pujol, seguro que no les dan ni un adiós al 3%. Rajoy, ayer mismo, seguía amagando sin dar y buscando el regustín de los golpistas: «Nos van a obligar a llegar donde no queremos llegar». En fin, que el dinero no falte, y trampas adelante.