Antonio Piedra - No somos nadie
Parodiando a Quevedo
«El plantón de Alfonso Fernández Mañueco a la Asociación Salvar el Archivo de Salamanca fue monumental y básico»
El alcalde de Salamanca, y líder del PP en Castilla y León, se salió por la tangente cuando un periodista de la cadena Ser le preguntó -el jueves pasado- por la razón que impidió al señor Mañueco asistir a la entrega de premios de la Asociación Salvar el Archivo de Salamanca . Un político titubeante, de esos que Unamuno decía «que sabe de todo», respondió como rebuscando en la nube de Google Drive: «Tenía un compromiso familiar». ¡Guau! Y se quedó como el sabio que contesta a la pregunta de un pelanganas. No contento con la genialidad, y ya fuera de micrófono, el prócer remachó su argumento quitando a la noticia unos cuantos pelillos de la gatera: únicamente salió en ABC como una cosa de Antonio Piedra.
Vino a decir que ni el medio ni el firmante somos gran cosa. Por mi parte agradecido. No imaginé que su señoría coleccionara o leyere artículos marginales como los míos. Pero este no es el caso. Todo columnista opina, y unas veces escribe menos de lo que quiere y otras más de lo que debiera. Incluso en estos márgenes al filo de la navaja, los hechos mandan. Y el hecho concreto que nos ocupa hoy -la ausencia que justifica la presencia del alcalde de Salamanca en un acto de suma importancia para la pervivencia del Archivo- demuestra dos carencias. Primera, que se trata de pura retórica que, en apariencia, coincide con la pregunta y la respuesta que formulaba Quevedo en el célebre Entremés del marido Pantasma : «¿Dónde vas, sombra enemiga?/ ¿Adónde, amigo Pantasma?/ A casamiento, a suegro, a suegra, a rabia;/ tenedla, cielos, que me yerna el alma». Cachondeo en rama.
Y, segunda, «yernado» como estaba Mañueco hasta las congojas -es decir, con las virtudes que tienen los yernos en política- optó por quedarse tranquilamente en casa para pasar «la bienvenida bayeta» quevediana. El plantón de maleducado fue monumental y básico . A la organización que durante seis meses estuvo esperando la respuesta de un alcalde que le importa un carajo el Archivo, como demuestran los hechos. Portazo a los representantes de la Junta que se quedaron igual que Lobón en dicho entremés: en «enaguas vivas» y «pidiendo coche». Esquinazo a las Cortes de Castilla y León, y a todos los partidos políticos presentes que no creían lo que veían. Algunos con rebote, pensado en futuras elecciones, soltaron allí lo mismo del sainete: que no piense en mí como «la esposa que desea». Estacazo a los ciudadanos de a pie que no sabían si su papel era el de doncellas o el de viudas.
El alcalde de Salamanca ha demostrado que, al menos en este caso, no es precisamente un Churchill que solía comerse sus propias palabras y hechos porque, según decía, a la larga «eran una dieta equilibrada». El hornazo de Pascua le ha dejado al primer edil salmantino sin hebillas de repuesto. Esto en política pasa factura como en el maleducado «pantasma».